sábado, 27 de diciembre de 2008

La mala racha

Mientras dura la mala racha, pierdo todo. Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria: pierdo llaves, lapiceras, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Yo no sé si será gualicho de alguien que me quiere mal y me piensa peor, o pura casualidad, pero a veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me vaya la vida en alguna distracción.


Eduardo Galeano
El Libro de los Abrazos.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Cansado

Cansado.

¡Sí!

Cansado

de usar un solo brazo,

dos labios,

veinte dedos,

no sé cuántas palabras,

no sé cuantos recuerdos,

grisáceos,

fragmentarios.

Cansado,

muy cansado

de este frío esqueleto,

tan púdico,

tan casto,

que cuando se desnude

no sabrá si es el mismo

que usé mientras vivía.

Cansado.

¡Sí!

Cansado

por carecer de antenas,

de un ojo en cada omóplato

y de una cola autentica,

alegre

desatada,

y no este rabo hipócrita,

degenerado,

enano.

Cansado,

sobre todo,

de estar siempre conmigo,

de hallarme cada día,

cuando termina el sueño,

allí, donde me encuentre,

con las mismas narices

y con las mismas piernas;

como si no deseara

esperar la rompiente con un cutis de playa,

ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,

acariciar la tierra con un vientre de oruga,

y vivir, unos meses, adentro de una piedra.


Oliverio Girondo

jueves, 25 de diciembre de 2008

Estas Navidades siniestras

Por Gabriel García Márquez

Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cornetas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran, además, muchos millones que no lo han creído nunca, pero les gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al revés para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social.

Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas Navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando sólo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más grandes que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que un león que nadaba en un espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que habría de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros primitivos mal copiados del aduanero de Rousseau.

La mistificación empezó con la costumbre de que los juguetes no los trajeran los Reyes Magos –como sucede en España con toda razón-, sino el niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no sólo porque yo creía de veras que era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que también los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños, y me quedé en el limbo. Aquel día —como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria— perdí la inocencia, pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de París, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar más en el amor y menos en la píldora.

Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papá Noel de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen san Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. Según la leyenda nórdica, san Nicolás reconstruyó y revivió a varios escolares que un oso había descuartizado en la nieve, y por eso le proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germánicas del Norte a fines del siglo XVIII, junto con el árbol de los juguetes, y hace poco más de cien años pasó a Gran Bretaña y Francia. Luego pasó a Estados Unidos, y éstos nos la mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno, y estos quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas Navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muérdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducidos del inglés; y tantas otras estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la pena de haber inventado la electricidad.

Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocan de puerta buscando dónde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala. Mentira: no es una noche de paz y de amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños –viendo tantas cosas atroces- terminen por creer de veras que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos.


Gabriel García Márquez, 24 de diciembre de 1980

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Se disfruta como pocos



A usted -peregrino de tantas canchas, algún palazo en el lomo y el corazón ajado por las emociones- le cuento que éste es uno de los títulos más meritorios entre los 18 conquistados por Boca durante la última década. Repase apellidos de los diez que terminaron en la cancha. Piense que Ayala era 4° arquero del plantel hace cinco meses, Roncaglia tenía cuatro centrales adelante, Viatri esperaba turno detrás de dos 9... Recuerde que en el último ataque faltaban los vértices del rombo ofensivo: Riquelme, Dátolo, Palacio y Palermo. Y observe, con su discreción característica, que los contreras están planchados, hundidos: ni siquiera festejan los de San Lorenzo, que con este resultado evitan el repechaje en la siempre esquiva Libertadores.

Y a vos -pibe de escuela primaria, petiso que parecés alto por el agrande de sentirte boquense- te doy, gracias a tareas de investigación periodística, una primicia. ¿La vuelta de Bianchi? No, ya salió. ¿El regreso de Palermo? Todavía falta. ¿La incorporación de un arquero? Otro día hablamos de eso. La noticia es que esta noche te regalan una camiseta de Boca. Contento, ¿eh? Lo gritaste como el gol de Chávez. No digas que yo te conté porque me deschavás con la fuente, pero está confirmado: cuando abras ese paquete medio cuadrado, al pie del arbolito, vas a encontrarte con la azul y oro, la que llevan tus ídolos, ésos que mirás por televisión. No es la camiseta original, ojo. Esa cuesta 200 o más... En unos años vas a entender que los Papá Noel de acá somos emergentes, en vías de desarrollo. Igual está linda, como todas las de Boca (hasta esta amarilla que es cábala para Tigre).
Ponetela para dormir si querés y soñá que mordés como Battaglia, un león en el medio; que salís del fondo igual que Ibarra o Morel y que la pisás como Riquelme, el crack nuestro. Y mañana, mientras las manos hábiles de tu vieja reconviertan en almuerzo navideño la cena sobrante, cabeceá en el dormitorio, proyectate por el pasillo, tirá paredes en el balcón y gritá fuerte, besando el escudito, que otra vez sos campeón.


Marcelo Guerrero
Diario Olé

Como no somos los únicos, decidimos ser los mejores

Una vez mas, gracias!

martes, 23 de diciembre de 2008

De deseo somos

La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola. Tenía manos, pero no tenía a quién tocar. Tenía boca, pero no tenía con quién hablar.

La vida era una, y siendo una era ninguna.

Entonces el deseo disparó su arco. Y la flecha del deseo partió la vida al medio, y la vida fue dos.

Los dos se encontraron y se rieron. Les daba risa verse, y tocarse también.



Por Eduardo Galeano, en "Espejos. Una historia casi universal"


Galeano me puede por estos días, asi que vale la reiteración para aquellos que no todavía no se convencen de lo bueno que es este libro, je!

Necesito un cambio, don Niembrooo!




Como algunos pocos habrán notado, este rincón cambió su aspecto. Creo que modificar el diseño del blog es una tentacion semejante a cambiar los muebles de lugar en mi casa. No se si por mi incosciente pesa mas el inconformismo por lo que veo o la necesidad de romper la rutina, quizas ambas.

La cosa es que renovarse me parece necesario, matar la rutina, una lavada de cara, cambiar los colores aprovechando el final del año...

A los que les gusta el blog, no se asusten que los contenidos serán los mismos. Y a los que no les agrada mucho y esperan algún cambio, lamento desilusionarlos. Esto es lo que hay...
Espero guste.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Breve historia de la civilización

Y nos cansamos de andar vagando por los bosques y las orillas de los ríos.

Y nos fuimos quedando. Inventamos las aldeas y la vida en comunidad, convertimos el hueso en aguja y la púa en arpón, las herramientas nos prolongaron la mano y el mango multiplicó la fuerza del hacha, de la azada y del cuchillo.

Cultivamos el arroz, la cebada, el trigo y el maíz, y encerramos en corrales las ovejas y las cabras, y aprendimos a guardar granos en los almacenes, para no morir de hambre en los malos tiempos.

Y en los campos labrados fuimos devotos de las diosas de la fecundidad, mujeres de vastas caderas y tetas generosas, pero con el paso del tiempo ellas fueron desplazadas por los dioses machos de la guerra. Y cantamos himnos de alabanza a la gloria de los reyes, los jefes guerreros y los altos sacerdotes.

Y descubrimos las palabras tuyo y mío y la tierra tuvo dueño y la mujer fue propiedad del hombre y el padre propietario de los hijos.

Muy atrás habían quedado los tiempos en que andábamos a la deriva, sin casa ni destino.

Los resultados de la civilización eran sorprendentes: nuestra vida era más segura pero menos libre, y trabajábamos más horas.



Por Eduardo Galeano, en "Espejos. Una historia casi universal"

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Que mirás?

Pocas veces
soy gran cosa
no me avises,
q nunca me olvide

Un cantor de pocas notas
cachorrito de escritor
casi siempre
pescado sin vender

Pero contame un poco vos quien sos?
cuanto hace que sabes respirar mejor que yo?
que miras! que miras!

Me tropiezo con baldosas
que podria gambetear
pierdo pronto
lo que tardo en ganar
con el hígado en veremos
la conciencia, ni te cuento
y el espejo que me empieza a torear

Y vos gallito de que paño sos?
en q calles aprendiste a maullar mejor q yo?

Que miras! Que miras?

Y vos salame
que revistas lees?
quien te dijo que volviste de donde yo no llegue?
que miras!




Toda la poesía porteña de Noble y la rebeldía de Los Caballeros, una muy buena combinación para plantarse ante esos sabelotodos con los que solemos cruzarnos a menudo...
El audio-video, por youtube creo que andaba, a mi me da fiaca buscarlo ahora...

martes, 16 de diciembre de 2008

La infancia y el cielo

"La rayuela se juega con una piedrecita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrecita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrecita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrecita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrecita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrecita y la punta de un zapato”.


Julio Cortázar, en "Rayuela"

lunes, 15 de diciembre de 2008

Llamado a la solidaridad

En los últimos diez dias, me están faltando algunos grupos de personas en la sociedad platense. Tal vez en otras ciudades suceda lo mismo con uno de estos grupos, pero el primero es exclusivo de acá.

La cosa es que desaparecieron mágicamente tanto "Los hinchas de Estudiantes(LP)" (gente ciclótímica e inestable si las hay) y "El grupo de Anti-Boca" que suele aparecer a esta altura del año con comentarios del tipo, "ésto está todo arreglado" o el célebre "ya está, ya pusieron toda la guita"...

Muchas veces, en La Plata, las mismas personas integran ambos grupos. Por ende, es mas fácil ubicarlos cuando empiezan a reaparecer despacito por la ciudad cual tortugas por el jardín en tardecita soleada de agosto...

Seguramente, tras algunos sucesos de este fin de semana, vuelvan a aparecer hoy o mañana como si nunca hubieran partido. De todos modos, si los ve por ahí, no deje de avisarnos. Esperamos su mensaje por este medio... se los extraña!



domingo, 14 de diciembre de 2008

Quedar en la historia...

¡Guau! River último

Los jugadores lo hicieron: por primera vez en la historia, el club terminó en lo más bajo de la tabla. Campeones hubo muchos pero últimos, ellos solitos...

El 2008 quedará como una mancha imborrable en la gigante historia de River. Y estos jugadores cargarán con esa pesada mochila para siempre. Es cierto que salieron campeones hace seis meses. Pero en River se festejaron 33 campeonatos locales. En cambio, último hubo uno solo. Y lo más probable es que también sea el único.¡Guau!

Lo importante es no pasar desapercibido.


Grande River... El más lejos... lejos!!!!!!

Fuente: Diario Olé


viernes, 12 de diciembre de 2008

El movimiento perfecto

"Cuando era pequeña el padre le enseñó a jugar al ajedrez. Le había llamado la atención un movimiento que recibe el nombre de enroque: el jugador cambia en una sola jugada la posición de dos figuras: pone la torre junto al rey y desplaza al rey hacia la esquina, al lado del sitio que ocupaba la torre. Aquel movimiento le había gustado: el enemigo concentra todo su esfuerzo en amenazar al rey y éste de pronto desaparece ante sus ojos; se va a vivir a otra parte. Soñaba toda su vida con ese movimiento y soñaba con él tanto más cuanto más cansada estaba. "

Milan Kundera
Inmortalidad (fragmento)

jueves, 11 de diciembre de 2008

Será verdad?

Hay una frase, que se transformó casi en mito, y que se atribuye a Alejandro Dolina. Aunque él dice que nunca la pronunció publicamente sino solo en alguna charla de café entre amigos, y que fue Caloi quien se la atribuyó al propio Dolina en medio de una historieta y la hizo pública...
Como sea, y por mas que los protagonistas no se hagan cargo del todo, la frase está, se conoce, y dice mas o menos así:

"Absolutamente todo lo que hacemos los hombres es con el único fin de conquistar y seducir a las mujeres"

Alejandro Dolina


En lenguaje coloquial se conoce mejor como: "Todo lo que hacen los hombres es para levantarse minas", y así tiene mas fuerza todavía.

Será verdad? Y viceversa que onda? las mujeres no hacen lo mismo?
Todo?
Tener un blog también?










Si, no te hagas el gil... TODO!

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Me caigo y me levanto

Nadie puede dudar de que las cosas recaen,
un señor se enferma y de golpe un miércoles recae
un lápiz en la mesa recae seguido
las mujeres, cómo recaen!
teóricamente a nada o a nadie se le ocurriría recaer
pero lo mismo está sujeto
sobre todo porque recae sin conciencia
recae como si nunca antes
un jazmín para dar un ejemplo perfumado
a esa blancura
¿de dónde le viene su penosa amistad con el amarillo?
el mero permanecer ya es recaída
es jazmín entonces
y no hablemos de las palabras
esas recayentes deplorables
y de los buñuelos fríos que son la recaída clavada
contra lo que pasa, se impone pacientemente la rehabilitación
en lo más recaído hay algo que siempre pugna por rehabilitarse
en el hongo pisoteado, en el reloj sin cuerda
en los poemas de Pérez, en Pérez
todo recayente tiene ya en sí un rehabilitante
pero el problema, para nosotros lo que pensamos nuestra vida
es confuso y casi infinito
un caracol segrega y una nube aspira
seguramente recaerán
pero una compensación ajena a ellos los rehabilita
los hace treparse poco a poco a lo mejor de si mismos
antes de la recaída inevitable
pero nosotros tía ¿cómo haremos?
¿cómo nos daremos cuenta de que hemos recaído
si por la mañana estamos tan bien
tan café con leche
y no podemos medir hasta donde hemos recaído en el sueño
o en la ducha
y si sospechamos lo recadente de nuestro estado
¿cómo nos rehabilitaremos?
hay quienes recaen al llegar a la cima de una montaña
al terminar su obra maestra
al afeitarse sin un solo tajito
no toda recaída va de arriba abajo
porque arriba y abajo no quieren decir gran cosa
cuando ya no se sabe donde se está
probablemente Icaro creía tocar el cielo
cuando se hundió en el mar …. y
dios te libre de una zambullida tan mal preparada
tía ¿cómo nos rehabilitaremos?
hay quien ha sostenido que la rehabilitación
sólo es posible alterándose
pero olvidó que toda recaída es una desalteración
una vuelta al barro de la culpa
perfecto!
somos lo más que somos porque nos alteramos
salimos del barro en busca de la felicidad
y la conciencia y los pies limpios
un recayente es entonces un desalterante
de donde se sigue que
nadie se rehabilita sin alterarse
pretender la rehabilitación alterandose es una triste redundancia
nuestra condición es la recaída y la desalteración
y a mi me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera
que por lo demás ignoro
No solamente ignoro eso
sino que jamás he sabido en qué momento
mi tía o yo recaemos
¿cómo rehabilitarnos entonces si a lo mejor no hemos recaído todavía?
y la rehabilitación nos encuentra ya rehabilitados
Tía, no será esa la respuesta ahora que lo pienso...
Hagamos una cosa:
Usted se rehabilita y yo la observo
varios días seguidos
digamos, una rehabilitación continua
usted está todo el tiempo rehabilitándose y yo la observo
o al revés si prefiere
pero a mí me gustaría que empezara usted
porque soy modesto y buen observador
de esa manera si yo recaigo en los intervalos de mi rehabilitación
mientras usted no le da tiempo a la recaída
y se rehabilita como en un cine continuado
al cabo poco nuestra diferencia será enorme
Usted estará tan por encima que dará gusto
entonces yo sabré que el sistema ha funcionado
y empezaré a rehabilitarme furiosamente
pondré el despertador a las tres de la mañana
suspenderé mi vida conyugal
y las demás recaídas que conozco
para que, sólo queden las que no conozco
y a lo mejor poco a poco un día estaremos otra vez juntos tía
y será tan hermoso decir...
ahora nos vamos al centro y nos compramos un helado
el mío todo de frutilla
y el de usted con chocolate y un bizcochitos.

Julio Cortázar

viernes, 5 de diciembre de 2008

Puto el que lee esto

Por Roberto Fontanarrosa



Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.

Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. “Puto el que lee esto”, y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento...”

Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross Macdonald.

Ojalá se me hubiese ocurrido a mí un comienzo semejante. Ese es el golpe que necesita un lector para quedar inmovilizado. Un buen patadón en los huevos que le quite el aliento y lo paralice. Ahí tenés, escapate ahora, dejá el libro y abandoname si podés.

No me muevo bajo la influencia de consejos de maricones como Joyce o el inútil de Tolstoi. Yo sigo la línea marcada por un grande, Carlos Monzón, el fantástico campeón de los medio medianos. Pumba y a la lona. Paf... el piñazo en medio de la jeta y hombre al suelo. Carlitos lo decía claramente, con esa forma tan clara que tenía para hablar. “Para mí el rival es un tipo que le quiere sacar el pan de la boca a mis hijos.” Y a un hijo de puta que pretenda eso hay que matarlo, estoy de acuerdo.

El lector no es mi amigo. El lector es alguien que les debe comprar el pan a mis hijos leyendo mis libros. Así de simple. Todo lo demás es cartón pintado. Entonces no se puede admitir que alguien comience a leer un libro escrito por uno y lo abandone. O que lo hojee en una librería, lea el comienzo, lo cierre y se vaya como el más perfecto de los cobardes. Allí tiene que quedar atrapado, preso, pegoteado. “Puto el que lee esto.” Que sienta un golpe en el pecho y se dé por aludido, si tiene dignidad y algo de virilidad en los cojones.

“Es un golpe bajo”, dirá algún crítico amanerado, de esos que gustan de Graham Greene o Kundera, de los que se masturban con Marguerite Yourcenar, de los que leen Paris Review y están suscriptos en Le Monde Diplomatique. ¡Sí, señor –les contesto–, es un golpe bajo! Y voy a pegarles uno, cien mil golpes bajos, para que me presten atención de una vez por todas. Hay millones de libros en los estantes, es increíble la cantidad alucinante de pelotudos que escriben hoy por hoy en el mundo y que se suman a los que ya han escrito y escribirán. Y los que han muerto, los cementerios están repletos de literatos. No se contentan con haber saturado sus épocas con sus cuentos, ensayos y novelas, no. Todos aspiraron a la posteridad, todos querían la gloria inmortal, todos nos dejaron los millones de libros repulsivos, polvorientos, descuajeringados, rotosos, encuadernados en telas apolilladas, con punteras de cuero, que aún joden y joden en los estantes de las librerías. Nadie decidió, modesto, incinerarse con sus escritos. Decir: “Me voy con rumbo a la quinta del Ñato y me llevo conmigo todo lo que escribía, no los molesto más con mi producción”, no. Ahí están los libros de Molière, de Cervantes, de Mallea, de Corín Tellado, jodiendo, rompiendo las pelotas todavía en las mesas de saldos. Sabios eran los faraones que se enterraban con todo lo que tenían: sus perros, sus esposas, sus caballos, sus joyas, sus armas, sus pergaminos llenos de dibujos pelotudos, todo. Igual ejemplo deberían seguir los escritores cuando emprenden el camino hacia las dos dimensiones, a mirar los rabanitos desde abajo, otra buena frase por cierto. “Me voy, me muero, cagué la fruta –podría ser el postrer anhelo–. Que entierren conmigo mis escritos, mis apuntes, mis poemas, que total yo no estaré allí cuando alguien los recite en voz alta al final de una cena en los boliches.” Que los quemen, qué tanto. Es lo que voy a hacer yo, téngalo por seguro, señor lector. Millones de libros, entonces, de escritores importantes y sesudos, de mediocres, tontos y banales, de señoras al pedo que decidían escribir sus consejos para cocinar, para hacer punto cruz, para enseñar cómo forrar una lata de bizcochos. Pelotudos mayores que dedicaron toda su vida, toda, al estudio exhaustivo de la vida de los caracoles, de los mamboretás, de los canguros, de los caballos enanos. Pensadores que creyeron que no podían abandonar este mundo sin dejar a las generaciones futuras su mensaje de luz y de esclarecimiento. Mecánicos dentales que supusieron urgente plasmar en un libro el porqué de la vital adhesividad de la pasta para las encías, señoras evolucionadas que pensaron que los niños no podrían llegar a desarrollarse sin leer cómo el gnomo Prilimplín vive en una estrella que cuelga de un sicomoro, historiadores que entienden imprescindible comunicar al mundo que el duque de La Rochefoucauld se hacía lavativas estomacales con agua alcanforada tres veces por día para aflojar el vientre, biólogos que se adentran tenazmente en la insondable vida del gusano de seda peruano, que cuando te descuidás te la agarra con la mano.

Allí, a ese mar de palabras, adjetivos, verbos y ditirambos, señores, hay que lanzar el nuevo libro, el nuevo relato, la nueva novela que hemos escrito desde los redaños mismos de nuestros riñones. Allí, a ese interminable mar de volúmenes flacos y gordos, altos y bajos, duros y blandos, hay que arrojar el propio, esperando que sobreviva. Un naufragio de millones y millones de víctimas, manoteando desesperadamente en el oleaje, tratando de atraer la atención del lector desaprensivo, bobo, tarado, que gira en torno a una mesa de saldos o novedades con paso tardío, distraído, pasando apenas la yema de sus dedos innobles sobre la cubierta de los libros, cautivado aquí y allá por una tapa más luminosa, un título más acertado, una faja más prometedora. Finge. El lector finge. Finge erudición y, quizás, interés. Está atento, si es hombre, a la minita que en la mesa vecina hojea frívolamente el último best-seller, a la señora todavía pulposa que parece abismarse en una novedad de autoayuda. Si es mujer, a la faja con el comentario elogioso del gurú de turno. Si es niño, a la musiquita maricona que despide el libro apenas lo abre con sus deditos de enano.

Y el libro está solo, feroz y despiadadamente solo entre los tres millones de libros que compiten con él para venderse. Sabe, con la sabiduría que le da la palabra escrita, que su tiempo es muy corto. Una semana, tal vez. Dos, con suerte. Después, si su reclamo no fue atractivo, si su oferta no resultó seductora, saldrá de la mesa exclusiva de las novedades VIP diríamos, para aterrizar en algún exhibidor alternativo, luego en algún estante olvidado, después en una mesa de saldos y por último, en el húmedo y oscuro depósito de la librería, nicho final para el intento fracasado. Ya vienen otros –le advierten–, vendete bien que ya vienen otros a reemplazarte, a sacarte del lugar, a empujarte hacia el filo de la mesa para que te caigas y te hagas mierda contra el piso alfombrado.

No desaparecerá tu libro, sin embargo, no, tenelo por seguro. Sea como fuere, es un símbolo de la cultura, un icono de la erudición, vale por mil alpargatas, tiene mayor peso específico que una empanada, una corbata o una licuadora. Irá, eso sí, con otros millones, al depósito oscuro y maloliente de la librería. No te extrañe incluso que vuelva un día, como el hijo pródigo, a la misma editorial donde lo hicieron. Y quede allí, al igual que esos residuos radioactivos que deben pasar una eternidad bajo tierra, encerrados en cilindros de baquelita, teflón y plastilina para que no contaminen el ambiente, hasta que puedan convertirse en abono para las macetas de las casas solariegas.

De última, reaparecerá de nuevo, Lázaro impreso, en la mano de algún boliviano indocumentado, junto a otros dos libros y una birome, como oferta por única vez y en carácter de exclusividad, a bordo de un ómnibus de línea o un tren suburbano, todo por el irrisorio precio de un peso. Entonces, caballeros, no esperen de mí una lucha limpia. No la esperen. Les voy a pegar abajo, mis amigos, debajo del cinturón, justo a los huevos, les voy a meter los dedos en los ojos y les voy a rozar con mi cabeza la herida abierta de la ceja. “Puto el que lee esto.”

John Irving es una mentira, pero al menos no juega a ser repugnante como Bukowski ni atildadamente pederasta como James Baldwin. Y dice algo interesante uno de sus personajes por ahí, creo que en El mundo según Garp: “Por una sola cosa un lector continúa leyendo. Porque quiere saber cómo termina la historia”. Buena, John, me gusta eso. Te están contando algo, querido lector, de eso se trata. Tu amigo Chiquito te está contando, por ejemplo en el club, cómo al imbécil de Ernesto le rompieron el culo a patadas cuando se puso pesado con la mujer de Rodríguez. Vos te tenés que ir, porque tenés que trabajar, porque dejaste la comida en el horno, o el auto mal estacionado, o porque tu propia mujer te va a armar un quilombo de órdago si de nuevo llegás tarde como la vez pasada. Pero te quedás, carajo. Te quedás porque si hay algo que tiene de bueno el sorete de Chiquito es que cuenta bien, cuenta como los dioses y ahora te está explicando cómo el boludo de Ernesto le rozaba las tetas a la mujer de Rodríguez cada vez que se inclinaba a servirle vino y él pensaba que Rodríguez no lo veía. No te podés ir a tu casa antes de que Chiquito termine con su relato, entendelo. Mirás el reloj como buen dominado que sos, le pedís a Chiquito que la haga corta, calculás que ya te habrá llevado el auto la grúa, que ya se te habrá carbonizado la comida en el horno, pero te quedás ahí porque querés eso que el maricón de John Irving decía con tanta gracia: querés saber cómo termina la historia, querido, eso querés.

Entonces yo, que soy un literato, que he leído a más de un clásico, que he publicado más de tres libros, que escribo desde el fondo mismo de las pelotas, que me desgarro en cada narración, que estudio concienzudamente cómo se describe y cómo se lee, que me he quemado las pestañas releyendo a Ezra Pound, que puedo puntuar de memoria y con los ojos cerrados y en la oscuridad más pura un texto de setenta y ocho mil caracteres, que puedo dictaminar sin vacilación alguna cuándo me enfrento con un sujeto o con un predicado, yo, señores, premio Cinta de Plata 1989 al relato costumbrista, pese a todo, debo compartir cartel francés con cualquier boludo. Mi libro tendrá, como cualquier hijo de vecino, que zambullirse en las mesas de novedades junto a otros millones y millones de pares, junto al tratado ilustrado de cómo cultivar la calabaza y al horóscopo coreano de Sabrina Pérez, junto a las cien advertencias gastronómicas indispensables de Titina della Poronga y las memorias del actor iletrado que no puede hacer la O ni con el culo de un vaso, pero que se las contó a un periodista que le hace las veces de ghost writer. Y no estaré allí yo para ayudarlo, para decirle al lector pelotudo que recorre con su vista las cubiertas con un gesto de desdén obtuso en su carita: “Éste es el libro. Éste es el libro que debe comprar usted para que cambie su vida, caballero, para que se le abra el intelecto como una sandía, para que se ilustre, para que mejore su aliento de origen bucal, estimule su apetito sexual y se encame esta misma noche con esa potra soñada que nunca le ha dado bola”.

Y allí estará la frase, la que vale, la que pega. El derechazo letal del Negro Monzón en el entrecejo mismo del tano petulante, el trompadón insigne que sacude la cabeza hacia atrás y hacia adelante como perrito de taxi y un montón de gotitas de sudor, de agua y desinfectante que se desprenden del bocho de ese gringo que se cae como si lo hubiese reventado un rayo. “Puto el que lee esto.” Aunque después el relato sea un cuentito de burros maricones como el de Platero y yo, con el Angelus que impregna todo de un color malva plañidero. Aunque la novela después sea la historia de un seminarista que vuelve del convento. Aunque el volumen sea después un recetario de cocina que incluya alimentos macrobióticos.

No esperen, de mí, ética alguna. Sólo puedo prometerles, como el gran estadista, sangre, sudor y lágrimas en mis escritos. El apetito por más y la ansiedad por saber qué es lo que va a pasar. Porque digo que es puto el que lee esto y lo sostengo. Y paso a contarles por qué lo afirmo, por qué tengo autoridad para decirlo y por qué conozco tanto sobre su intimidad, amigo lector, mucho más de lo que usted nunca hubiese temido imaginar. Sí, a usted le digo. Al que sostiene este libro ahora y aquí, el que está temiendo, en suma, aparecer en el renglón siguiente con nombre y apellido. Nombre y apellido. Con todas las letras y hasta con el apodo. A usted le digo.

lunes, 1 de diciembre de 2008

El fin del hombre

"Me rehúso a aceptar el fin del hombre (...) Creo que el hombre no sólo perdurará, prevalecerá. Es inmortal, no por ser el único entre todas las criaturas que posee una voz inagotable, sino porque tiene un alma, un espíritu capaz de compasión y sacrificio y fortaleza. El deber del poeta, del escritor, es escribir sobre estas cosas. Tiene el privilegio de ayudar al hombre a resistir aligerándole el corazón, recordándole el coraje, el honor, la esperanza, el orgullo, la compasión, la piedad y el sacrificio que han enaltecido su pasado. La voz del poeta no debe ser solamente el recuerdo del hombre, también puede ser su sostén, el pilar que lo ayude a resistir y a prevalecer".

William Faulkner
Fragmento del discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura.

domingo, 30 de noviembre de 2008

El testigo


- Vos no podrías -dijo-. Vos pensás demasiado antes de hacer nada.

- Parto del principio de que la reflexión debe preceder a la acción, bobalina.

- Partís del principio- dijo la Maga-. Qué complicado. Vos sos como un testigo, sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cuadros están ahí y vos en el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo soy un cuadro, Rocamadour es un cuadro. Etienne es un cuadro, esta pieza es un cuadro. Vos creés que estás en esta pieza pero no estás. Vos estás mirando la pieza, no estás en esta pieza.



Julio Cortázar, en "Rayuela"


* Dedicado a la chica mas "cortazera" que conozco, y admiradora de La Maga sobre todo...
Aunque justo hoy, quizás no lo merezcas (ja!), para vos Jose!

sábado, 29 de noviembre de 2008

Noches de boda

Una joya de Joaquín, un canto a la vida de verdad, sin frases hechas, sin golpes bajos, plagado de imágenes... Cada línea es una canción aparte!
En fin, un manojo de buenos deseos y reivindicaciones con la capacidad narrativa que, a veces, solo Sabina puede lograr... Y la completa con una pegadiza musiquita de vals. Genial!


Que el maquillaje no apague tu risa,
Que el equipaje no lastre tus alas,
Que el calendario no venga con prisas,
Que el diccionario detenga las balas,
Que las persianas corrijan la aurora,
Que gane el quiero la guerra del puedo,
Que los que esperan no cuenten las horas,
Que los que matan se mueran de miedo.
Que el fin del mundo te pille bailando,
Que el escenario me tiña las canas,
Que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
Ni ciento volando, ni ayer ni mañana
Que el corazón no se pase de moda,
Que los otoños te doren la piel,
Que cada noche sea noche de bodas,
Que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
Que todas las lunas sean lunas de miel.
Que las verdades no tengan complejos,
Que las mentiras parezcan mentira,
Que no te den la razón los espejos,
Que te aproveche mirar lo que miras.
Que no se ocupe de ti el desamparo,
Que cada cena sea tu última cena,
Que ser valiente no salga tan caro,
Que ser cobarde no valga la pena.
Que no te compren por menos de nada,
Que no te vendan amor sin espinas,
Que no te duerman con cuentos de hadas,
Que no te cierren el bar de la esquina.
Que el corazón no se pase de moda,
Que los otoños te doren la piel,
Que cada noche sea noche de bodas,
Que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
Que todas las lunas sean lunas de miel...

Joaquín Sabina



viernes, 28 de noviembre de 2008

Bienvenito al Gran Rex

Iván Noble debuta en el Gran Rex, y allí estaremos... Originalmente era esta noche, viernes 28, pero se pasó al martes 02 de diciembre!



Después de Caballeros, y ya con más de cinco años de carrera solista bajo el brazo, Iván Noble se prepara para encarar su primer Gran Rex. Admite estar nervioso como hace tiempo no le ocurría. Aquí, una extensa entrevista sobre su próximo show que dará el martes 2 de diciembre en el Gran Rex, sus proyectos futuros, la relación con el público, y de su hijo Benito, quien apenas con tres años ya parece seguir los pasos de su padre. "Prometió venir a verme", dice riendo Iván.

¿Qué sentís al encarar el primer Gran Rex?

Me siento muy parecido a la época en que estaba por hacer el primer Obras con Caballeros. Hace diez años Obras significaba como el baile de graduación de una banda. Y para mí el Rex es algo parecido, pero para un solista. Es una cuestión simbólica, por la gente que ha tocado ahí, porque es el teatro más grande de Bs. As. Yo toqué en teatros muy lindos como solista: en el Coliseo, en el Opera, el Ateneo. Pero siempre que pasaba por la puerta del Gran Rex -como cuando pasás por la puerta de la casa de una chica muy guapa-, decía: "Un día te voy a tocar el timbre". Y la verdad que la idea era hacerlo cuando diera. Y estoy contento de hacerlo ahora, incluso como despedida de disco y no como de un disco que acaba de salir, porque me parece que si sale bien es casi como un premio más que al disco, a tus años como solista. Porque no es que tenés una canción que está sonando todo el día en la radio y entonces la gente va a ir a escuchar esa canción y se van a aburrir escuchando las otras veintidós. Después de cinco años de estar tocando solo hay como una base de público interesante como para intentarlo. Así que estoy nervioso como hace un tiempo no estaba. Y está bueno. Porque viste que a veces dicen para la tribuna: "Todos los shows son iguales", y si hay algo de eso. Pero algunos shows te hacen más cosquilla que otros.

Pasaste de formar parte de una banda a ser solista, ¿cómo fue el cambio?, ¿se sintió?
Mirá, tuve la suerte que desde que me hice solista conservé el noventa por ciento de la banda. Hubo un solo cambio de bajista. Y la verdad que los chicos han bancado mucho el proyecto. Y no tenés por qué, porque no es tu proyecto al fin y al cabo. Pero yo creo que les gustan mucho las canciones que están tocando. Entonces, eso hace que no sea tan distinto a una banda. La diferencia es que yo tomo todas las decisiones y me banco lo que venga. Pero no tengo cuatro tipos con cara de aburridos tocando atrás y diciendo: ¿A qué hora se termina este show que después tengo que ir a tocar con María Marta Serra Lima? –cuenta, riendo Iván–. Yo me imaginaba cómo iba a ser el periplo de solista: algo lento, sin cheques en blanco de parte de la gente que venía a ver a Caballeros ni mucho menos, al contrario...


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Fuente: Ciudad.com

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Hombres...



Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles.

Bertolt Brecht


*No por conocida, deja de ser cierta y necesaria... (no podía faltar acá)

martes, 25 de noviembre de 2008

Mujeres que vuelen


No se, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. ¡Si no saben volar, pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres... ¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores!

Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?

¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.



Oliverio Girondo

En "Espantapájaros" (1932)

lunes, 24 de noviembre de 2008

Libertad


Que lindo poder hacer nuestras propias elecciones...

domingo, 23 de noviembre de 2008

Trika Fopte

Anoche vi una muy recomendable obra de teatro, está acá en La Plata y en Capital, así que, al que le guste y quiera aprovechar, no defrauda...


Kamta, Nattare y Rimsky son los habitantes de un mundo desolado donde todo cuesta dinero y esfuerzo. Incluso el aire que respiran. Cuando la situación se vuelve insostenible, cada uno de estos personajes puede sacar la peor de sus miserias para sobrevivir.

Características del espectáculo:
"TRIKA FOPTE" propone un interesante juego teatral, donde el espectador debe desarrollar al máximo su capacidad de atención, dado el uso dramático del espacio y especialmente del idioma, deformado hasta convertirse en uno nuevo, no convencional. Los personajes, su mundo y circunstancias, se desarrollan en un clima Becketiano de desolación, distante y novedoso para el espectador.



TRIKA FOPTE
Sábados 22:30 hs
"Viejo Almacen El Obrero"
(13 y 71)

sábado, 22 de noviembre de 2008

Contribuciones: Para la Cátedra de Historia

Hace unos quince mil millones de años, según dicen los entendidos, un huevo incandescente estalló en medio de la nada y dio nacimiento a los cielos y a las estrellas y a los mundos.

Hace unos cuatro mil o cuatro mil quinientos millones de años, año más, año menos, la primera célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y se duplicó para tener a quién convidar el trago.

Hace unos dos millones de años, la mujer y el hombre, casi monos, se irguieron sobre sus patas y alzaron los brazos y se abrazaron y se entraron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban en eso.

Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer fuego, que los ayudó a defenderse del invierno.

Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras y creyeron que podían entenderse.

Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras.


Eduardo Galeano

jueves, 20 de noviembre de 2008

La resistencia


"Lo peor es el vértigo. En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás.
Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sin parar, como una gran planchada, o como esas ciudades satélites que dicen que habrá. Ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso quién de nosotros camina lentamente?
Pero el vértigo no está sólo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese zapping; y, quizá, la aceleración haya llegado al corazón, que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. No hemos elegido la meta pero a todos se nos divierte por televisión, ricos y pobres. Este común destino es la gran oportunidad pero ¿quién se atreve a saltar afuera? Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito.
En el vértigo todo es temible y desaparece el diálogo entre las personas: no hay tiempo. Lo que nos decimos son más cifras que palabras, contienen más información que vida. En el diálogo el compromiso que nace entre las personas puede hacer del miedo un dinamismo que lo venza y sacar un mayor espacio para la libertad. Pero el grave problema es que, en esta civilización enferma, no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual. La gran mayoría no quiere la libertad, le teme. El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extrem
o de que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras la exigencia del trabajo en las grandes ciudades. Es tal la exigencia que se vive automáticamente, sin que un sí o un no haya precedido a los actos".


Ernesto Sábato
La resistencia, 2000

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La noche de los feos

1.
Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.
Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.
Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos —de la mano o del brazo— tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.
Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.
Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.
Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.
La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.
La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.
Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.
“¿Qué está pasando?”, pregunté.
Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.
“Un lugar común”, dijo. “Tal para cual”.
Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba transpasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.
“Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?”
“Sí”, dijo, todavía mirándome.
“Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.”
“Sí.”
Por primera vez no pudo sostener mi mirada.
“Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo.”
“¿Algo como qué?”
“Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad.”
Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.
“Prométame no tomarme como un chiflado.”
“Prometo.”
“La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?”
“No.”
“¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?”
Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.
“Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca.”
Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.
“Vamos”, dijo.

2.
No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.
Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estuimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.
En ese instante comprendí que debía arrancarme ( y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.
Tube que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos ( al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.
Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.
Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.


Mario Benedetti
En "La muerte y otras sorpresas", 1968

martes, 18 de noviembre de 2008

La vida es un boceto para nada

" Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiro como si quisiera llenarse de las intimidades de su cuerpo. Y en ese momento se imaginó que ya llevaba muchos años en su casa y que se estaba muriendo. De pronto tuvo la clara sensación que no podría sobrevivir a la muerte de ella. Se acostaría a su lado y querría morir con ella. Conmovido por esa imagen hundió en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permaneció así durante mucho tiempo...
Y le dio pena que en una situación como aquella, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado al momento mas hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte).
Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera que quería: El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cual de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero, ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma?
Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro."

Milan Kundera
La insoportable levedad del ser (fragmento)

lunes, 17 de noviembre de 2008

Chuavechito, chuavechito...

Quién escuchó con verdadera atención el jingle del nuevo vívere hierbas frescas??


A mí no me jodan con que ningún publicista se dio cuenta! Aunque no lo crean este muñeco pelotudo llamado CHUAVECHITO con cara de balastro... para muchos puede ser muy tierno pero en realidad esconde algo... obviamente es adicto a la marihuana... claro ejemplo queda evidenciado en su última publicidad... Analicemos la letra de la cancion de su nueva propaganda:

Mi mamá sabe muy bien
que el verde me hace bien
y a todos da felicidad.

Me hace sentir tan libre
y tan fresquito
y creo que también puedo volar.

Hay en mi ropita aroma verde
de la hierba que te envuelve

¿LES QUEDAN DUDAS?... chuavechito fuma e inventó el nuevo Vívere Hierbas frescas justamente para disimular el olor!!!
Luego de leer esta aclaración estoy seguro que cuando escuchen la musiquita prestarán atención a la letra…

Y no es que me moleste que chuavechito fume sino que sea tan pelotudo y culpe a la madre...
Cuántos años tiene chuavechito?... Es un enano que se hace pasar por un tierno niño... tomando en cuenta el famoso suavizante y su existencia en el mercado 20 años como mínimo... ya debería haber pasado la adolescencia y aun habla como un pelotudo!!!




Por Diego Capusotto

domingo, 16 de noviembre de 2008

Todavía una canción de amor


No te fíes si te juro que es imposible
no dudes de mi duda y mi quizás
el amor es igual que un imperdible
perdido en la solapa del azar

La luna toma el sol de madrugada
nunca jamás quiere decir tal vez
la muerte es un amante despechada
que juega sucio y no sabe perder

Estoy tratando de decirte que
me desespero de esperarte
que no salgo a buscarte porque se
que corro el riesgo de encontrarte
que me sigo mordiendo noche y día
las uñas del rencor
que te sigo debiendo todavía
una canción de amor.

No corras si te llamo de repente
no te vayas si te grito piérdete
a menudo los labios más urgentes
no tienen prisa dos besos después.
Se aferra el corazón a lo perdido
los ojos que no ven miran mejor
cantar es disparar contra el olvido
vivir sin ti es dormir en la estación.



Joaquin Sabina

sábado, 15 de noviembre de 2008

Quién anda ahí?


Me desconozco, a veces.

¿Será una pésima noticia?



Porque cuando me vuelvo a reconocer me estrecho la mano,

sí,

pero flojita...

como quien le acaricia la yugular a un puma dormido.



Pensándolo bien,

cuando vuelva a perderme,

contaré hasta 100 antes de pagar rescate.



Usualmente estos huesos apenas valen lo que pesan...





Texto de Ivan Noble

viernes, 14 de noviembre de 2008

Amar es estar parado sobre una piedra movediza

Entrevista a Alejandro Dolina

- ¿Qué es lo que primero le atrae de una mujer?
- Funciona de este modo: hay una primera aduana, inmediata, que es la de la apariencia física. Primero uno se fija en una mujer hermosa. Muy pronto, unos pasos más adelante, hay otra aduana, la de la coincidencia espiritual. Para eso no es necesaria la inteligencia, pero sí cierta pimienta, simpatía y una mirada. Si no existe eso, todo lo demás empieza a derrumbarse. Hay mujeres que debieran ser detenidas por portación ilegítima de lomo. No sostienen con la gracia lo que tienen de físico.

- Pero quedó claro que para usted lo físico importa.
- Claro que me importa, tanto como la tercera y la más importante de las aduanas: la del amor. Cuando uno convierte a esa mujer, no en linda, inteligente y graciosa - eso lo es cualquiera- sino en única e irremplazable para su vida. El erotismo consiste en disfrutar de un fenómeno físico grato. Con el erotismo da lo mismo Juanita o María si están muy bien las dos. Con el amor no hay ninguna posibilidad de reemplazar a nadie. El amor sucede por razones misteriosísimas, no tienen que ver con el lomo ni la inteligencia que sirvieron para gestar una atracción. El amor es imposible de prever, sólo sucede.

- ¿En qué instante dice: "chau, me enamoré"?
- Es una sensación física. Se parece a una patada en el corazón dada desde adentro. Un golpe en el plexo solar. Hay una enorme sensación de temor a la pérdida de ese ser. Una enorme ansiedad antes de la consumación y después una ansiedad permanente porque el amor es peligro, es como estar parado en una piedra movediza. Por eso no sirve para nada el amor garantizado, cuando eso sucede estamos negando el amor en su esencia.

- Explíqueme más.
- Prometer bajo la forma de casamiento o de cualquier otro compromiso que lo vamos a amar por tiempo indeterminado. No es posible garantizar la eternidad de ciertos sentimientos. Lo que no quiere decir que la conducta ser imprescindible. Si se promete eternidad se hace ya no pensando en el amor sino en el funcionamiento burgués de una comunidad. El casamiento consiste en eso y no está mal... pero eso no es exactamente amor.

- A cierta edad una buena sociedad viene bien.
- No digo que esté mal porque no está mal el erotismo ni la amistad, pero insisto en que eso no es amor. Puede ocurrir que a uno le toque vivir sin amor...

- Qué triste.
- Es horrible, pero sucede muchas veces.

- ¿Cómo son sus días sin amor?
- Son estos. No ando llorando, tengo amistades, vida erótica, mujeres muy queridas y hasta muy deseadas... Pero el amor sucede una o dos veces en la vida.

- A usted ¿cuántas le pasó?
- Algunas veces.

- No se quedó con ninguna.
- No fueron indecisiones mías únicamente. Sucedió así.

- Está de moda que los señores grandes tengan novias más chicas.
- Puede ser.

- ¿Y usted?
- Tuve novias más chicas. En general, me llevo mejor con la gente más joven. Hay un intercambio interesante cuando la pareja se forma de esa manera. El más viejo hace mejor negocio porque la juventud es un valor más preciado que la inteligencia. El más joven ingresa en un mundo de experiencia, conocimientos, sabiduría, de excelencia en lo sexual y, a veces, de seguridad económica.

- Las energías nuevas tienen más valor.
- La persona mayor rejuvenece muchísimo. Se conecta con otro mundo, con lo que será. A mí me sucedió y fui muy dichoso. Los mejores años de mi vida los viví con gente más joven.

- Rejuvenecer por amor... no está mal.
- Tampoco pongamos la palabra amor en todas partes. El amor consiste en poner adjetivos calificativos donde no los hay. En elegir a alguien y transformarlo en lo que no es. Es un engaño compartido, una falsedad pactada: "Yo haré como que sos mejor de lo que sos y vos harás como si yo fuera mejor de lo que soy." De este plus que ponemos el uno en el otro sale una cuestión ventajosa para el amor y el erotismo.

- ¿Cuándo se termina todo eso?
- No hay una manera de preverlo. A veces dura toda la vida, pero otras se termina rápido.

- ¿La convivencia tiene algo que ver con el final?
- Contribuye a terminar con el hermoso engaño del que habíamos hablado, porque no es posible sostener el pedestal durante actividades tan prosaicas como sacar la basura. Algunos dicen que la convivencia es mala, pero yo creo que no tiene por qué ser un ejercicio cotidiano de vulgaridad y rutina.

- ¿Alguna vez se enamoró por voluntad propia?
- No. Al contrario, muchas veces me enamoré en contra de mi voluntad. Ojalá hubiera podido, sería una persona más dichosa y razonable. Nadie puede manejar a voluntad sus amores. Yo agradezco que haya sido así. Voy a decirte algo que tiene que ver con esto. Una vez me preguntaron si me gustaría conocer mi futuro y yo les dije que no.

- Tuvo miedo.
- No. No fue por miedo a saber si moriré mañana o si alguna desgracia me esperaba. Si yo hubiera sabido lo que me iba a ocurrir, las mejores cosas no me hubieran ocurrido. Me hubiera dado miedo. Te doy un ejemplo claro: a un señor le ocurre un embarazo no deseado de su novia. En un principio el tipo piensa: "¿Por qué no habré tenido cuidado?" y resulta que con los años ese mal trago se convierte en un hijo muy querido.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Lost: temporada 5. Fecha confirmada!



El fin de la espera para los fans de Lost tiene fecha definitiva. Los rumores iniciales decían que el programa estaría de vuelta el 31 de enero de 2009; pero finalmente, la cadena ABC anunció que la quinta temporada de la serie con más seguidores en todo el mundo aparecerá diez días antes de lo previsto. Será el miércoles 21, entonces, con una premiere especial de dos horas (el ya conocido capítulo de una hora resumiendo lo sucedido más uno doble que marcará el comienzo), y aunque se había asegurado que la temporada sería de 16 capítulos, suena fuerte el rumor de que serán 17, y que lo mismo sucederá con las dos temporadas restantes. La fecha definitiva del final del programa está pautada para 2010.

La serie –que en estos momentos es filmada bajo estrictas normas de seguridad– volvió a la noche de los miércoles después de ser movida a las de los jueves, y ya se sabe que dividirá su trama en tres espacios temporales, como sucedió en la última, la cuarta, que acaba de salir en DVD en la Argentina.

ABC anunció que la premiere sería de dos horas en una promo muy sintética emitida el pasado martes, y que viene a sumarse al trailer oficial que ya circula en los innumerables sitios de internet dedicados a la serie.

Fuente: Diario Crítica de la Argentina

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Entre la realidad, la ficción y el aislamiento

Uno de los suplicios más graves que padece el escritor fantasma es la soledad. Porque se trata de una soledad más parecida al abandono y a la incomunicación que a ese magnífico retiro al que alguien puede entregarse alegremente cuando desea alumbrar una historia de cualquier naturaleza. Se trata de una obra por encargo, gobernada y continuamente custodiada por alguien que desea narrar algo y no sabe cómo hacerlo; su construcción, por lo tanto, no es el resultado de un conflicto dialéctico y mucho menos de una irreparable insatisfacción con el mundo. Muy por el contrario: la obra no es otra cosa que el resultado de esa conflagración universal que ataca a cualquier persona que pretende vivir de lo que escribe: la necesidad de una buena comida, de un buen trago, de una casa, de luz, gas y todos aquellos servicios que tornan la vida más grata. De todos modos, a lo largo del trabajo no es fácil escapar a ese instante de incertidumbre que fortuitamente, y por espacio de segundos-como bien dice Vázquez Montalbán- convierten al periodista, al escriba, en escritor: detenerse a examinar la conveniencia de emplear tal o cual palabra.

Entre el autor real y el figurado se establece de antemano, y de manera tácita, un secreto que no conviene violar a ninguna de las partes. De este modo, de la noche a la mañana las plumas fantasmas se convierten en misántropos de la peor especie. Le temem al contacto con otras personas pues a menudo sospechan que están haciendo algo indebido. En general no es provechoso revelar el origen del dinero que los hace vivir. Para explicar la súbita desaparición de los bares y sitios que se suelen frecuentar, es necesario esgrimir excusas inverosímiles. "Me encargaron un libro periodístico y me dieron un buen adelanto", "Mi mujer cobró un viejo juicio", etcétera, etcétera.

La escritura, el arte de enlazar palabras, la búsqueda de una frase que pueda compendiarlo todo, pasa a ser una tarea bastarda cuyo único y preciado beneficio es el dinero, esos papeluchos de colores que, a su vez, tienen el don de facilitar y favorecer el abandono a la otra soledad, aquella que, salvo raras excepciones, brinda ingresos que apenas satisfacen.

El mundo está repleto de plumas alquiladas. Son decenas los intelectuales, narradores y periodistas de nombre que en más de una ocasión recurren o han recurrido al anonimato para pagarle al carnicero. Y se trata no ya de libros. Por decoro nadie lo admite, pero en el gremio de las plumas conocidas hay profusión de ellas que se alquilan. Callar esos nombres no sólo es un derecho, comporta un compromiso de clase.


Hernán Lopez Echague
Extraído de "HLE. Talleres de periodismo a distancia"

martes, 11 de noviembre de 2008

Ceguera

El siguiente diálogo corresponde a las páginas finales de "Ensayo sobre la ceguera", una obra maestra de la literatura actual escrita por el Premio Nobel José Saramago.

Siguieron andando.
- Un poco más allá, dijo la mujer del médico.
En el camino hay más muertos que de costumbre. Es nuestra resistencia lo que está llegando al fin, se acaba el tiempo, se agota el agua, proliferan las enfermedades, la comida se convierte en veneno...
- Lo dijiste tú antes, recordó el médico
- Quién sabe si entre estos muertos no estarán mis padres, dijo la chica de las gafas oscuras, y yo aquí, pasando a su lado, y no los veo,
- Es una vieja costumbre de la humanidad esa de pasar al lado de los muertos y no verlos, dijo la mujer del médico.

Esto viene a cuento porque en la semana, vi la película que hicieron sobre este libro. Interesante, cargada de metáforas, con buenas actuaciones, Ceguera es una película que reflexiona sobre los valores, las conductas y las miserias humanas puestos al límite en una situación crítica de supervivencia.
Basada en "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago, es una adaptación bastante fiel y que respeta bastante el espíritu de la obra. Tiene varias escenas fuertes e impactantes, pero necesarias para transmitir el mensaje. Buenas actuaciones de Ruffalo, Moore y Glover. El mexicano García Bernal se luce en su corta aparición. Excelente dirección, fotografía y juegos de cámaras en el intento por reflejar la "ceguera blanca". Lo único criticable son los subtítulos (en blanco), que en algunos momentos se tornaban ilegibles, pero nada del otro mundo, porque las imágenes y el audio acompañan y permiten entender todo.
Recomendable para salir y debatir, no para despejar la cabeza un viernes después del trabajo. En resumen una muy buena película para pensar un poco y salir de la "ceguera" habitual y cotidiana en la que muchos tendemos a caer...






TITULO ORIGINAL: Blindness
GENERO: Drama
DIRECCION: Fernando Meirelles (Ciudad de Dios y El jardinero fiel)
GUION: Don McKellar
INTERPRETES: Julianne Moore, Mark Ruffalo, Alice Braga, Gael García Bernal, Yoshino Kimura, Danny Glover
FOTOGRAFIA: César Charlone
MUSICA: Marco Antonio Guimaraes
ORIGEN: Canáda - Brasil - Japón (2008)
DURACION: 121 minutos
CALIFICACION: Apta para mayores de 16 años
WEB: http://www.cegueralapelicula.com/
ESTRENO EN BUENOS AIRES: 30 de octubre del 2008

Ensayo sobre la ceguera

"Se iluminó el disco amarillo. De los coches que se acercaban, dos aceleraron antes de que se encendiera la señal roja. En el indicador del paso de peatones apareció la silueta del hombre verde. La gente empezó a cruzar la calle pisando las franjas blancas pintadas en la capa negra de asfalto, nada hay que se parezca menos a la cebra, pero así llaman a este paso. Los conductores, impacientes, con el pie en el pedal del embrague, mantenían los coches en tensión, avanzando, retrocediendo, como caballos nerviosos que vieran la fusta alzada en el aire. Habían terminado ya de pasar los peatones, pero la luz verde que daba paso libre a los automóviles tardó aún unos segundos en alumbrarse. Hay quien sostiene que esta tardanza, aparentemente insignificante, multiplicada por los miles de semáforos existentes en la ciudad y por los cambios sucesivos de los tres colores de cada uno, es una de las causas de los atascos de circulación o embotellamientos, si queremos utilizar la expresión común.

Al fin se encendió la señal verde y los coches arrancaron bruscamente, pero enseguida se advirtió que no todos habían arrancado. El primero de la fila en medio está parado, tendrá un problema mecánico, se le habrá soltado el cable del acelerador, o se le agarrotó la palanca de la caja de velocidades, o una avería en el sistema hidráulico, un bloque de frenos, un fallo en el circuito eléctrico, a no ser que, simplemente se haya quedado sin gasolina, no sería la primera vez que esto ocurre. El nuevo grupo de peatones que se está formando en las aceras ve al conductor inmovilizado braceando tras el parabrisas mientras los de los coches de atrás tocan frenéticos la bocina. Algunos conductores han saltado ya a la calzada, dispuestos a empujar el automóvil averiado hacia donde no moleste. Golpean impacientemente los cristales cerrados. El hombre que está dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite una palabra, una no, dos, así es realmente, como sabemos cuando alguien, al fin, logre abrir una puerta. Estoy ciego.

Nadie lo diría. A primera vista, los ojos del hombre parecen sanos, el iris se presenta nítido, luminoso, la esclerótica blanca, compacta como porcelana. Los párpados muy abiertos, la piel de la cara crispada, las cejas repentinamente revueltas, todo eso que cualquiera puede comprobar, son trastornos de la angustia. En un movimiento rápido, lo que estaba a la vista desapareció tras los puños cerrados del hombre, como si aún quisiera retener en el interior del cerebro la última imagen recogida, una luz roja, redonda, en un semáforo. Estoy ciego, estoy ciego, repetía con desesperación mientras le ayudaban a salir del coche, y las lágrimas, al brotar, tornaron más brillantes los ojos que él decía que estaban muertos. Eso se pasa, ya verá, eso se pasa enseguida, a veces son nervios, dijo una mujer.
"


José Saramago
Ensayo sobre la ceguera (1996)

lunes, 10 de noviembre de 2008

Policrítica en la hora de los chacales (parte 1)

Por Julio Cortázar
Revista Casa de las Américas, n º 67, julio-agosto de 1971, La Habana


Explicación del título: hablando de los complejos problemas cubanos, una amiga francesa mezcló los términos crítica y política, inventando la palabra policritique. Al escucharla pensé (también en francés) que entre poli y tique se situaba la sílaba cri, es decir grito. Grito político, crítica política en la que el grito está ahí como un pulmón que respira; así he entendido siempre, así la seguiré sintiendo y diciendo. Hoy hay que gritar una política crítica, hay que criticar gritando cada vez que se lo cree justo: sólo así podremos acabar un día con los chacales y las hienas.


¿De qué sirve escribir la buena prosa?
¿De qué vale que exponga razones y argumentos?
Si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo,
Lo mutilan, le sacan lo que quieren, dejan de lado el resto,
Vuelven lo blanco negro, el signo más se cambia en signo menos,
Los chacales son sabios en los télex, son las tijeras de la infamia y del malentendido,
Manada universal, blancos, negros, albinos, lacayos si no firman y todavía más chacales cuando firman.
De qué sirve escribir midiendo cada frase,
De qué sirve pesar cada acción, cada gesto que expliquen la Conducta
Si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias, los policías disfrazados,
Los asesores del gorila, los abogados de los trusts
Se encargarán de la versión más adecuada para consumo de inocentes o de crápulas,
fabricarán una vez más la mentira que corre, la duda que se instala, y tanta buena gente en tanto pueblo y tanto campo de tanta tierra nuestra que abre su diario y busca su verdad y se encuentra con la mentira maquillada, los bocados a punto, y va tragando baba prefabricada, mierda en pulcras columnas.

Y hay quien cree y hay quien olvida el resto, tantos años de amor y de combate, porque así es, compadre, los chacales lo saben: la memoria es falible y como en los contratos, como en los testamentos, el diario de hoy con sus noticias invalida todo lo precedente, hunde el pasado en la basura de un presente traficado y mentido.

Entonces no, mejor ser lo que se es,
Decir eso que quema la lengua y el estómago, siempre habrá quien entienda este lenguaje que del fondo viene

Como del fondo brotan el semen, la leche, las espigas. Y el que espera otra cosa, la defensa o la fina explicación, la reincidencia o el escape, nada más fácil que comprar el diario Made in USA
Y leer los comentarios a este texto, las versiones de Reuter o de la UPI
Donde los chacales sabihondos le darán la versión satisfactoria, donde editorialistas mexicanos o brasileños o argentinos, traducirán para él, con tanta generosidad, las instrucciones del chacal con sede en Washintong,
Las pondrán en correcto castellano, mezcladas con saliva nacional, con mierda autóctona, fácil de tragar.


No me excuso de nada, y sobre todo no excuso este lenguaje,
Es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes:
Los mando a todos a la reputa madre que los parió,
Y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que Espero.

Diariamente, en mi mesa, los recortes de prensa: París, Londres, Nueva York, Buenos Aires, México City, Río. Diariamente (en poco tiempo, apenas dos semanas) la máquina montada, la operación cumplida, los liberales encantados, los revolucionarios confundidos, la violación con letra impresa, los comentarios compungidos, alianza de chacales y de puros, la manada feliz, todo va bien.
Me cuesta emplear esta primera persona del singular, y más me Cuesta Decir: esto es así, o esto es mentira. Todo escritor, Narciso, se masturba defendiendo su nombre, el Occidente lo ha llenado de orgullo solitario.


¿Quién soy yo Frente a los pueblos que luchan por la sal y la vida, con qué derecho he de llenar más páginas con negociaciones y Opiniones personales?
Si hablo de mí es que acaso, compañero, allí donde te encuentran estas líneas, me ayudarás, te ayudaré a matar a los chacales,
Veremos más preciso el horizonte, más verde el mar y más seguro el hombre.
Les hablo a todos mis hermanos, pero miro hacia Cuba,
No sé de otra manera mejor para abarcar la América Latina.
Comprendo a Cuba como sólo se comprende al ser amado, los gestos, las distancias y tantas diferencias, las cóleras, los gritos: por encima está el sol, la libertad.

Y todo empieza por lo opuesto, por un poeta encarcelado,
Por la necesidad de comprender por qué, de preguntar y de Esperar,
Qué sabemos aquí de lo qué pasa, tantos que somos Cuba,
Tantos que diariamente resistimos el aluvión y el vómito de las buenas conciencias,
De los desencantados, de los que ven cambiar ese modelo
Que imaginaron por su cuenta y en sus casas, para dormir tranquilos
Sin hacer nada, sin mirar de cerca, la luna de miel barata con su isla paraíso
Lo bastante lejana para ser de verdad paraíso
Y que de golpe encuentran que su cielito lindo les cae en la Cabeza.
Tienes razón Fidel: sólo en la brega hay derecho al Descontento, sólo de adentro ha de salir la crítica, la búsqueda de fórmulas mejores,
Sí, pero de adentro es tan afuera a veces,


Y si hoy me aparto para siempre del liberal a la violeta, de los que firman los virtuosos textos por-que-Cu-ba-no-es-eso-que-e-xi-gen-sus-es-que-mas-de-bu-fe-te,
no me creo excepción, soy como ellos, qué habré hecho por Cuba más allá del amor,
Qué habré dado por Cuba más allá de un deseo, una esperanza.
Pero me aparto ahora de su mundo ideal, de sus esquemas,

Precisamente ahora cuando se me pone en la puerta de lo que amo, se me prohibe defenderlo,
Es ahora que ejerzo mi derecho a elegir, a estar una vez más y más que nunca, con tu Revolución, mi Cuba, a mi manera. Y mi manera torpe, a manotazos, es ésta, es repetir lo que me gusta o no me gusta, aceptando el reproche de hablar desde tan lejos
Y a la vez insistiendo (cuántas veces lo habré hecho para el Viento) en que soy lo que soy, y no soy nada, y esa nada es mi tierra Americana,
Y como pueda y donde este signo siendo tierra, y por sus Hombres, escribo cada letra de mis libros y vivo cada día de mi vida.

(sigue en el siguiente post)

Julio Cortázar
Revista Casa de las Américas, n º 67, julio-agosto de 1971, La Habana