domingo, 3 de febrero de 2008

Como un dolor de muelas

Como si llegaran a buen puerto mis ansias,
como si hubiera donde hacerse fuerte,
como si hubiera por fin destino para mis pasos,
como si encontrara mi verdad primera,

como traerse al hoy cada mañana,
como un suspiro profundo y quedo,
como un dolor de muelas aliviado,

como lo imposible por fin hecho,
como si alguien de veras me quisiera,
como si al fin un buen poema me saliera...
una oración.

Como si la arena cantara en el desierto
los cantos de sirena del mar Muerto,
como si para crecer sobraran las escaleras,
como si escribiera un ciego un libro abierto.

Ven a poblar el zócalo de ojos,
siembra de migas de pan caliente
mis canas de alcanfor adolescente.

Ponle al sordo voz y alas al cojo,
bendice nuestro arroz, nuestro minuto,
como si no fuéramos cómplices del luto...
del corazón.


Letra: Subcomandante Marcos, Joaquín Sabina
Música: Pancho Varona

Escuchala en vivo...

La respuesta de Sabina

Joaquín Sabina ha enviado una carta al "subcomandante" Marcos, líder de la guerrilla zapatista, para anunciarle que en el mes de febrero próximo (1998) saldrá a la venta la canción que ha compuesto para el movimiento insurgente mexicano. El cantautor ha tardado dos años en acabar la pieza que el guerrillero le solicitó en uno de sus comunicados. La misiva de Sabina, que esta fechada en Buenos Aires, se hizo pública en San Cristóbal de las Casas, ciudad de Chiapas, estado donde estalló el movimiento zapatista en enero de 1994.


"Al Subcomandante Marcos"

¿Dónde encontrar una excusa
para tan terca mudez?
Sucede que cada vez,
con mayor saña, las musas
se vengan de quien abusa
del ripio, del do, re, mi.

¿Que puedo contarte a ti,
que no sepas de memoria
si andas cambiando la historia
con la tinta y el fusil?

Bastará con que en las actas
chiapanecas del dolor,
conste que mi corazón
es una ciencia inexacta
que a regañadientes pacta
con la razón militante.

Ojalá, subcomandante,
al cabo de este pregón,
merezca tu absolución
este afónico cantante.

Pero elige con cuidado
a quien diriges tus cartas
porque hay leyendas que infartan
al ánimo más templado.

¿Como puede merecer
corresponsal tan bragado
quien desde el mejor hotel
de Cancún o de Sevilla
oye hablar de la guerrilla
como quien oye llover?

Y, sin embargo, excluido
de partidos y banderas,
me conmueve tu manera
de no darte por vencido,
de disputarle al olvido,
la hoguera del porvenir,
de desempolvar la crin
del caballo de Zapata,
de matar a los que matan,
de enseñarnos a vivir.

Me encargaste una canción
y por décimas te salgo
hace meses que cabalgo
sobre la contradicción
de restaurar la emoción,
en tiempos tan iscariotes
con la mano en el escote
del verso a la antigua usanza.
Así hablaba Sancho Panza
con mi señor Don Quijote.

Por lo demás, cuídate
cuando vengan por las malas,
que no te rocen las balas,
que no te falte papel,
ni frijoles, ni mujer,
que la virgen lacandona
te esconda bajo su lona,
te lo pide un gachupín
que se despierta en Madrid
soñando con tu persona.


Buenos Aires, julio, 1998.

Joaquin Sabina y el Subcomandante Marcos

Las cartas entre Marcos y Sabina empezaron con este texto del líder zapatista hacia el cantautor español, y terminaron con un tema llamado "Como un dolor de muelas"...
Tomate unos minutos para leerlo, no tiene desperdicio!






Ejército Zapatista de Liberación Nacional 18 de Octubre de 1996
(como a las no sé cuántas de la madrugada)


A: Joaquín Sabina
Planeta Tierra


De: Subcomandante Insurgente Marcos CCRI-CG del EZLN
Montañas del Sureste Mexicano, Chiapas México



Don Sabina:

Yo sé que le parecerá extraño que le escriba, pero resulta que me duele la muela y, según acabo de leer, usted camina ahora por estas tierras que, mientras no acaben por venderlas también, siguen siendo mexicanas. Entonces pensé yo que, aprovechando que me duele la muela y que usted camina ahora bajo estos cielos, pudiera yo escribirle y saludarlo e invitarlo a echarse un “palomazo” con el Sup (a larga distancia, se entiende). ¿Qué dice usted? ¿Cómo? ¿Que qué tiene que ver el dolor de muela con el “palomazo”? Bueno, tiene usted razón, debo explicarle entonces la muy extraña relación entre el dolor de muelas, el que usted camine por estas tierras, la larga distancia y una muchacha. No, no se sorprenda usted de que ahora haya aparecido una muchacha. Siempre aparece una, vos lo sabés Sabina.

Bien, resulta que cuando yo pasaba por esa etapa difícil en que uno descubre en que ya no es más un niño y tampoco alcanza a ser un hombre (esa etapa, vos lo sabés Sabina, en que las féminas se transmutan de molestas a interesantes y hay que ver la de problemas que esto provoca), conocí a un viejo que, sin que se lo pidiera, decidió que tenía que darme un consejo sobre esos seres incomprensibles pero tan amables que eran, y son, las mujeres.

“Mira muchacho —me dijo— la vida de un hombre no es más que la búsqueda de una mujer. Fíjate que digo ‘una mujer’ y no ‘cualquier mujer’. Y por ‘una mujer’, muchacho, me estoy refiriendo a una de “única”. El problema está en que el hombre siempre queda con la duda de si la mujer que encontró, si es que encuentra alguna, es esa ‘una mujer’ que estaba buscando. Yo ya estoy viejo y he descubierto una fórmula infalible para saber si la mujer que uno encontró es la ‘una mujer’ que estaba uno buscando...”

El viejo se detuvo a ver hacia todos lados, como temiendo que alguien más lo escuchara. Yo sentí que algo muy importante estaba a punto de serme revelado, así que puse cara de circunstancia y saqué discretamente un papelito y un lapicero para tomar nota, no fuera a ser que se me olvidara la fórmula (de por sí batallaba mucho con las matemáticas). El viejo carraspeó y, sin poner atención en mi papelito y mi lapicero, me confió:

“Si tú le dices a una mujer que te duele una muela y ella, en lugar de mandarte al dentista o darte un analgésico, te abraza y deja que recuestes la mejilla en sus pechos, entonces, muchacho, esa mujer es la ‘una mujer’ que andabas buscando...”

Yo me quedé perplejo, pero como quiera tomé nota de la fórmula. A mí nunca se me había ocurrido que debía pasarme la vida buscando una mujer, por más que esa mujer fuera “una de única”. A mí se me ocurrían cosas más concretas y factibles, como ser bombero, conquistar el mundo o construir un avión que se controlara sólo con el pensamiento. Respecto a las mujeres, yo me tenía en muy alta estima y estaba más propenso a que esa “una mujer” me encontrara a mí, que a buscarla yo...

Yo tenía como 10 años y una maestra de piano de la que, por supuesto, estaba enamorado. Mi mayor empeño consistía en mirarle unos pechos que se adivinaban como el mejor remedio dental que tenía a la vista. Por supuesto que le apliqué la fórmula, pero ella sólo se me quedó viendo y me dijo que era un pretexto para no practicar en el teclado. Yo de por sí ya sabía que ella no era la mujer de mi vida, 15 años y un piano se interponían entre nosotros.

En fin, el caso es que, como quiera, seguí el consejo del viejo. Ya se imaginará usted, Don Sabina, el desconcierto que provocaba en las muchachas el hecho de que, en cuanto se presentara la oportunidad de estar solos (ese momento en el que el resto de los mortales aprovechan para acercar una mano o unos labios), yo me llevaba la mano a la mejilla y declaraba solemnemente que me dolía la muela...

Es cierto que en esa época no conseguí ninguna, pero acumulé una importante cantidad de analgésicos, antiinflamatorios, antibióticos y, por supuesto, tarjetas de dentista.

A mí ni se me ocurrió que la fórmula estuviera mal. Así que achaqué mis primeros fracasos a la falta de autenticidad en mi dolor de muelas. Por tanto me di a la dulce tarea de picarme las muelas. Y digo “picarme las muelas” en un sentido literal y no sólo comiendo dulces y bebiendo refrescos. Con clips y palillos, después de una paciente labor de meses, logré picarme dos muelas con tanto éxito que tuve que acompañar la estrategia con una fuerte dosis de antibióticos. Repetí la fórmula, ahora con la confianza de saberme auténtico, y los resultados siguieron siendo magros.


Así hubiera seguido adelante, acabando con mis muelas, si no es porque, ya adolescente, encontré a otro viejo que, cruel, me dijo: “Mírate en un espejo y así sabrás por qué no tienes éxito con las chamacas. Tu problema está en la cara. Más bien en tu nariz. A los feos, las muchachas no les hacen caso... a menos que sean cantantes”.

¿“Cantantes”? Bueno, esta nueva fórmula le daría reposo a mis muelas (que por lo demás ya estaban definitivamente destrozadas) y me obligaría a un cambio radical en la estrategia. Claro que el problema entonces era saber qué se necesitaba para ser cantante. Resulta que no era tan sencillo como usar palillos y clips. Leí todos los manuales que pude: manuales de carpintería, cerrajería, electrónica, radio y tv, mecánica, y hasta tomé dos cursos por correspondencia, uno de piloto aviador y otro de detective privado.

Créame Don Sabina, que fue muy duro para mí darme cuenta que, con todos los avances de la ciencia y la técnica, no existe todavía ningún manual para ser cantante. Después, escuchando canciones, me di cuenta de que el problema era mayor ya que una cosa era ser “cantante” y otra más difícil era ser “cantautor” o “canta-autor” (vos lo sabés Sabina). Entonces hice trampa, es decir, escribí algunos poemas (o como se llamara lo que escribía) y dejaba siempre pendiente la música.

Por supuesto que seguí cosechando fracasos con las mujeres, pero a cambio logré darle una tregua a mis muelas y juntar una gran cantidad de papeles, papelotes, papelitos y, sobre todo, papelones (vos lo sabés Sabina) con poemas.

Seguro que todo este dilatado relato no le resuelve, Don Sabina, el misterio de la relación entre dolor de muelas, su caminar por estas tierras, la larga distancia y una muchacha. No se desespere usted, ya verá cómo al final de todo (vos lo sabés Sabina) las piezas se acomodan. Bien, continúo:

Resulta que (vos lo sabés Sabina) hay ahora una muchacha que está demasiado lejos y entonces pensé que usted, Don Sabina, podría echarme una mano y una tonadita (mire que no es lo mismo pero pudiera ser igual). Y usted podría echarme una mano si me permitiera tutearlo y, cómplice como ha sido antes sin saberlo, fingiera usted que nos conocemos desde hace mucho tiempo y que, por tanto, es perfectamente natural que usted reciba una carta del Sup redactada en los siguientes términos:

“Sabina (sí, ya sé que te desconcierta este inicial e irreverente tuteo, pero tú compórtate como si tal cosa):

“He trabajado arduamente en los últimos días en la letra que me encargaste para tu nueva canción (¡vamos, quita ya esa cara de espanto!, ya sé que no me has encargado ninguna letra para ninguna canción, pero sígueme la corriente para despistar al enemigo) pero ha sido inútil. No me sale nada original.

“Así las cosas, busqué en el cofre del pirata y sólo encontré un viejo y mohoso poema, que no es tan viejo y tal vez ni a poema llegue, que te puede servir si le das un poco de aliño. Es ideal para ponerle música y escalar con velocidad el hit parade internacional (no me preguntes si para arriba o para abajo), pero tú ya sabes que a nosotros las artistas (sigue fingiendo demencia, no denotes la menor sorpresa) no nos importa la fama (bueno, no mucho).

“En este caso particular, a mí sólo me interesa una muchacha que está demasiado lejos para que pueda yo musitarle al oído este poema y arrancarle así, vos lo sabés Sabina, una sonrisa o una lágrima. Porque es de todos conocido que arrancar una sonrisa o una lágrima de una muchacha que está demasiado lejos, es una forma de que no siga estando demasiado lejos, vos lo sabés Sabina. El poema dice, más o menos, así:

“Como si llegaran a buen puesto / mis ansias, / como si hubiera dónde / hacerse fuerte, / como si hubiera por fin / destino para mis pasos, / como si encontrara / mi verdad primera, / como traerse al hoy / cada mañana, / como un suspiro / profundo y quedo, / como un dolor de muelas / aliviado / como lo imposible / por fin hecho, / como si alguien / deveras me quisiera, / como si, al fin, / un buen poema me saliera. / Llegar a ti.

“La tonadita puede ir más o menos así: tara-tarara- tarirara-etcétera, vos lo sabés Sabina. El título de la canción podría ser ‘Canción para una muchacha que está demasiado lejos’, o ‘Un dolor de muelas para ella’, o ‘Un dolor de muelas, Sabina, la larga distancia, una muchacha y el Sup’. En fin, ya se te ocurrirá algo. El crédito puede ser ‘Letra: el Sup. Música: Joaquín Sabina’, o ‘Letra y música: Joaquín Sabina (a petición del Sup)’ o como quieras.

“Vale. Salud y ojalá ella entienda.

“El Sup”. Esa podría ser la carta que usted recibiera y aceptara, Don Sabina.

Y todo esto viene a cuento porque estaba yo solo, con mi dolor de muela y leyendo que usted camina por estas tierras. Entonces pensaba yo que usted, tal vez, estaría de buen humor y magnánimo y que podría contarle yo la historia de los dolores de muelas, mi frustrada carrera como cantautor y una muchacha que está demasiado lejos.

Y pensaba yo que podría escribirle una carta tuteándolo y pidiéndole una tonadita para un mohoso poema. Y pensaba yo que usted me perdonaría el tuteo y el pedirle una tonadita para acercar a una muchacha que está demasiado lejos, y que así se completaría el rompecabezas del inicio.

Y no para que me dispense es que le cuento todo esto Don Sabina, sino para que comprenda. Y comprender, vos los sabés Sabina, es otra forma de absolver.

Vale. Salud y ya sabe usted, si le sobran por ahí un analgésico o una tonadita, no dude en mandármelos. Ambas cosas se agradecen en este asfixiado pecho que le escribe...


Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.

Algo muy grave va a suceder en este pueblo

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:

-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.

Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:

-Te apuesto un peso a que no la haces.

Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:

-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:

-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.

-¿Y por qué es un tonto?

-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. Entonces le dice su madre:-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.

La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:

-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.
El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:

-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.

Entonces la vieja responde:

-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.

Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:

-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?

-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!

(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)

-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.

-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.

-Sí, pero no tanto calor como ahora.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:


-Hay un pajarito en la plaza.

Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.

-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.

-Sí, pero nunca a esta hora.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:

-Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.

Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:

-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.


Gabriel García Márquez

viernes, 1 de febrero de 2008

Descubriendo el País de Nunca Jamás

Continuando con la entrada sobre "Los Juegos" de Alejandro Dolina que compartí ayer, creo inevitable complementarla con la recomendación de esta entretenida y emotiva peli que ya tiene unos años pero no deberían dejar de ver... Después me cuentan.



Basada en la obra “El hombre que fue Peter Pan” de Allan Knee sobre el exitoso dramaturgo escocés James Mathew Barrie, “Descubriendo el País de Nunca Jamás” intenta retratar un momento decisivo en la vida del autor. Barrie es un genio literario de su tiempo; aburrido de los viejos temas de siempre, siente la necesidad de una seria inspiración. Inesperadamente, esta le llega un día durante su paseo diario junto a su perro por los Jardines de Kensington en Londres. Allí, se encuentra con la familia Llewelyn Davies: cuatro niños y su bella madre, recientemente viuda.

A pesar de la desaprobación de la abuela de los niños y del resentimiento de su propia esposa, Barrie establece una amistad con la familia y junto a él los niños disfrutan de bromas, disfraces, juegos y travesuras.

Originada en las emociones y aventuras de la infancia nace Peter Pan, la más audaz obra maestra de Barrie. Justo cuando el escritor está listo para presentarle al mundo su nueva obra, un trágico giro del destino hará comprender al autor y a aquellos a quienes más ama, el verdadero significado de creer.


Ver mas críticas y Ficha Técnica.

Cada loco con su tema

Que buena poesía tiene el Nano, y una voz, inconfundible... hermoso tema este! Una verdadera declaración de principios...

Cada loco con su tema,
que contra gustos no hay disputas:
artefactos, bestias, hombres y mujeres,
cada uno es como es,
cada quién es cada cual
y baja las escaleras como quiere.
Pero, puestos a escoger, soy partidario
de las voces de la calle...
más que del diccionario,
me privan más los barrios
que el centro de la ciudad
y los artesanos más que la factoría,
la razón que la fuerza,
el instinto que la urbanidad
y un sioux más que el Séptimo de Caballería.
Prefiero los caminos a las fronteras
y una mariposa al Rockefeller Center
y el farero de Capdepera
al vigía de Occidente.
Prefiero querer a poder,
palpar a pisar,
ganar a perder,
besar a reñir,
bailar a desfilar
y disfrutar a medir.
Prefiero volar a correr,
hacer a pensar,
amar a querer,
tomar a pedir.
Antes que nada soy
partidario de vivir.
Cada loco con su tema,
que contra gustos no hay ni puede haber disputas:
artefactos, bestias, hombres y mujeres,
cada uno es como es,
cada quién es cada cual
y baja las escaleras como quiere.
Pero, puestos a escoger, prefiero
un buen polvo a un rapapolvo
y un bombero a un bombardero,
crecer a sentar cabeza,
prefiero la carne al metal
y las ventanas a las ventanillas,
un lunar de tu cara
a la Pinacoteca Nacional
y la revolución a las pesadillas.
Prefiero, el tiempo al oro,
la vida al sueño,
el perro al collar,
las nueces al ruido
y al sabio por conocer
a los locos conocidos.
Joan Manuel Serrat