martes, 30 de septiembre de 2008

Borges, Dolina y el amor

"Desgraciadamente pienso que el amor trae más pesares que placeres. Ahora claro que la felicidad que da el amor es tan grande que más vale ser desdichado muchas veces para ser feliz algunas. ¡Es también una cuestión de estadística! Yo creo que todos nosotros hemos sido muy felices con el amor alguna vez y también creo que todos hemos sido muy desdichados muchas veces. El amor le ofrece a uno esa incertidumbre, esa inseguridad del hecho de poder pasar de una felicidad absoluta a la desdicha; pero también de poder pasar de la desdicha a la brusca, a la inesperada felicidad. Pienso que es una experiencia y uno no debe rehusar experiencias. Yo diría que el amor no puede prescindir de la amistad. Si el amor prescinde de la amistad es una forma de locura. Una especie de frenesí, un error en suma. Que en la amistad haya algún elemento del amor puede ser; pero son dos cosas diferentes. El amor exige pruebas sobrenaturales, uno querría que la persona que está enamorada o enamorado de uno le diera pruebas milagrosas de ese amor. En cambio la amistad no necesita de pruebas".

Jorge Luis Borges
(Fragmento de entrevista con Bernardo Neustadt en Tiempo Nuevo, Revista Extra nro. 133, Julio 1976).



"Estoy pensando más de la mitad de mi tiempo en el amor. Se lo juro. Del amor mío y del amor en general. Las penas de amor son lo que más se parece a la muerte. El desencuentro amoroso, el abandono, es una sensación parecida a morirse. Creo que si hubiera una medalla en una de cuyas caras estuviese la muerte, en la otra no estaría la vida sino el amor. El amor es lo contrario de la muerte. Yo he sido muy feliz y también muy desdichado. Porque ése es el precio. Macedonio decía que a placeres de juguetería corresponden dolores de juguetería, y por el contrario, cuando los dolores son de herrería, entonces los placeres también son de herrería. He tenido grandes felicidades, pero el precio ha sido vivir también grandes tristezas. Lo prefiero así. Lo prefiero así. La praxis indica que efectivamente las relaciones duran poco. Pero yo creo que hay grietas por donde se puede vencer esa fatalidad. Mi idea es que efectivamente los amores duran eso que usted ha dicho. Pero a veces no. Y yo creo que lo que uno debe hacer es creer que todo amor es ése que va a durar siempre. Y es posible que exista el amor definitivo y que valga la pena buscarlo. Y hasta es posible que yo lo haya encontrado. Pero no me pregunte más".

Alejandro Dolina
(Fragmento de nota de Leila Guerriero, diario La Nación Line, 1996).

lunes, 29 de septiembre de 2008

La crisis mundial para principiantes

Respuesta para chicos sobre el colapso en Wall Street que impacta al planeta:


¿Qué es un crack? ¿Y un salvataje? ¿Qué pasó en 1929? ¿Qué pasa ahora? ¿Terminó el capitalismo? ¿el dolar importa menos? ¿afecta a mi familia? El economista Martín Krause, autor de "La economía explicada a mis hijos", explica, didácticamente, la caída de los bancos norteamericanos que sacude al mundo. Los términos que todo el mundo usa, pero pocos entienden.

–¿Cómo empezó la crisis?
–Podríamos explicarlo así: hay un chico de quince años que es más popular en el colegio si les presta a sus amigos los juegos de la Playstation. Entonces cuantos más jueguitos preste, mejor queda. Así que primero les presta a los amigos que son confiables. Pero en la medida que sigue extendiendo la cantidad de juegos prestados, termina prestándoles a otros que no lo son tanto. Y además, no sólo presta jueguitos propios sino del hermano y de otros amigos. Entonces viene el hermano y dice: “Che, devolveme los jueguitos”. Pero él no los tiene y sabe que no se los van a devolver. Así que está en problemas, como le pasó a Lehman Brothers, por ejemplo, y los demás bancos que cayeron.

–¿Y quiénes son estos amigos poco confiables?
–Son las llamadas “hipotecas subprime”. Mientras está bajísima la tasa de interés, los bancos se preguntan ¿y ahora a quiénes les prestamos, si ya les prestamos a todos? Entonces les empiezan a prestar a las clases medias o bajas. Pero cuando la tasa de interés sube, y por lo tanto los pagos que hay que hacer de esas hipotecas se vuelven más caros, esta gente ya no puede pagar.

–¿Y qué pasa cuando la gente deja de pagar?
–Se complica porque esas hipotecas, y otras, fueron metidas adentro de un gran paquete y vendidas en forma de bonos. Es decir: un banco presta plata y mientras la presta se dice: “Yo tengo todos estos créditos que en realidad son dinero que voy a cobrar en el futuro, por qué mejor no me lo saco de encima, se lo vendo a alguien que quiera tener este paquete y no necesite cobrar la plata ya y yo me hago de efectivo para seguir prestando más plata”. ¿Cómo lo hago? Meto muchas hipotecas adentro de un paquete y se lo vendo a otras instituciones. El problema es que después se hace difícil saber cuál de esos bonos tiene las hipotecas que no van a ser pagadas. Entonces se empieza a armar una gran desconfianza.

–¿La desconfianza genera la crisis?
–Sucede que uno se empieza a preguntar: ¿En qué paquete están las hipotecas subprime? Como no sé, empiezo a desconfiar de todos los paquetitos, entonces empiezan a venirse abajo los bonos y explota la crisis. A un adolescente grandecito podríamos explicarle que la crisis es la resaca del sábado a la noche: lo que estás sintiendo hoy es lo que te chupaste anoche en el boliche. Tomaste de más y entonces tenés este efecto.

Por Martín Krause.

Leer nota completa...


Fuente: Diario Crítica de la Argentina

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Test de Political Compass

Este test, conocido como la Brújula Política consiste en seis grupos de afirmaciones sobre cuestiones económicas, políticas, sociales y culturales.

Es evidente que la Brújula Política era necesaria. La vieja clasificación, unidimensional, de "derecha" e "izquierda" establecida en las disposiciones de la Asamblea Nacional Francesa de 1789, mediante un arreglo de votos es excesivamente simplista para el panorama político actual.

Muchas veces nos preguntamos donde estamos parados ideológicamente en este mundo globalizado hasta en las ideas; ésta es una buena opción para ubicarnos en ese confuso mapa.
Yo lo hice, abajo están mis resultados. Probá primero vos los tuyos...

Hacé el Test de la Brújula política



Mirá mis resultados

Derecha/Izquierda Economicista: -7.50
Anarquismo/Autoritarismo Social: -5.18



Algunos líderes del mundo...

martes, 23 de septiembre de 2008

Negación del olvido

Discurso pronunciado por Julio Cortázar en París durante el Coloquio sobre la Política de desaparición forzada de personas.
31 de Enero - 10 de Febrero de 1981

"Pienso que todos los aquí reunidos coincidirán conmigo en que cada vez que a través de testimonios personales o de documentos tomamos contacto con la cuestión de los desaparecidos en la Argentina o en otros países sudamericanos, el sentimiento que se manifiesta casi de inmediato es el de lo diabólico. Desde luego, vivimos en una época en la que referirse al diablo parece cada vez más ingenuo o más tonto; y sin embargo es imposible enfrentar el hecho de las desapariciones sin que algo en nosotros sienta la presencia de una fuerza que parece venir de las profundidades, de esos abismos donde inevitablemente la imaginación termina por situar a todos aquellos que han desaparecido. Si las cosas parecen relativamente explicables en la superficie - los propósitos, los métodos y las consecuencias de las desapariciones -, queda, sin embargo, un trasfondo irreducible a toda razón a toda justificación humana; y es entonces que el sentimiento de lo diabólico se abre paso como si por un momento hubiéramos vuelto a las vivencias medievales del bien y del mal, como si a pesar de todas nuestras defensas intelectuales lo demoníaco estuviera una vez más ahí diciéndonos:

“¿Ves? Existo: Ahí tienes la prueba”.

Pero lo diabólico, por desgracia, es en este caso humano, demasiado humano; quienes han orquestado una técnica para aplicarla mucho más allá de casos aislados y convertirla en una práctica de cuya multiplicación sistemática han dado idea las cifras publicadas a raíz de la reciente encuesta de la OEA, saben perfectamente que ese procedimiento tiene para ellos una doble ventaja: la de eliminar a un adversario real o potencial sin hablar de los que no lo son pero que caen en la trampa por juegos del azar, de la brutalidad o del sadismo y a la vez injertar, mediante la más monstruosa de las cirugías, la doble presencia del miedo y de la esperanza en aquellos a quienes les toca vivir la desaparición de seres queridos. Por un lado se suprime a un antagonista virtual o real; por el otro, se crean las condiciones para que los parientes o amigos de las víctimas se vean obligados en muchos casos a guardar silencio como única posibilidad de salvaguardar la vida de aquellos que su corazón se niega a admitir como muertos. Si basándose en una estimación que parece estar muy por debajo de la realidad, se habla de ocho o diez mil desaparecidos en la Argentina, es fácil imaginar el número de quienes conservan todavía la esperanza de volver a verlos con vida. La extorsión moral que ello significa para estos últimos, extorsión muchas veces acompañada de la estafa lisa y llana que consiste en prometer averiguaciones a cambio de dinero es la prolongación abominable de ese estado de cosas donde nada tiene definición, donde promesas y medias palabras multiplican al infinito un panorama cotidiano lleno de siluetas crepusculares que nadie tiene la fuerza de sepultar definitivamente. Muchos de nosotros poseemos testimonios insoportables de este estado de cosas, que puede llegar incluso al nivel de los mensajes indirectos, de las llamadas tele fónicas en las que se cree reconocer una voz querida que sólo pronuncia unas pocas frases para asegurar que todavía está de este lado, mientras quienes escuchan tienen que callar las preguntas más elementales por temor de que se vuelvan inmediatamente en contra del supuesto prisionero. Un diálogo real o fraguado entre el infierno y la tierra es el único alimento de esa esperanza que no quiere admitir lo que tantas evidencias negativas le están dando desde hace meses, desde hace años. Y si toda muerte humana entraña una ausencia irrevocable, ¿qué decir de esta ausencia que se sigue dando como presencia abstracta, como la obstinada negación de la ausencia final? Ese círculo faltaba en el infierno dantesco y los supuestos gobernantes de mi país, entre otros, se han encargado de la siniestra tarea de crearlo y de poblarlo.

De esa población fantasmal, a la vez tan próxima y tan lejana, se trata en esta reunión. Por encima y por debajo de las consideraciones jurídicas, los análisis y as búsquedas normativas en el terreno del derecho interno e internacional es de ese pueblo de las sombras que estamos hablando. En esta hora de estudio y de reflexión, destinada a crear instrumentos más eficaces en defensa de las libertades y los derechos pisoteados por las dictaduras, la presencia invisible de miles y miles de desaparecidos antecede y rebasa y continúa todo el trabajo intelectual que podamos cumplir en estas jornadas. Aquí, en esta sala donde ellos no están, donde se los evoca como una razón de trabajo, aquí hay que sentirlos presentes y próximos, sentados entre nosotros, mirándonos, hablándonos.

El hecho mismo de que entre los participantes y el público haya tantos parientes y amigos de desaparecidos vuelve todavía más perceptible esa innumerable muchedumbre congregada en un silencioso testimonio, en una implacable acusación. Pero también están las voces vivas de los sobrevivientes y de los testigos, y todos los que hayan leído informes como el de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA guardan en su memoria impresos con letras de fuego, los casos presentados como típicos, las muestras aisladas de un exterminio que ni siquiera se atreve a decir su nombre y que abarca miles y miles de casos no tan bien documentados pero igualmente monstruosos. Así, mirando tan sólo hechos aislados, ¿quién podría olvidar la desaparición de la pequeña Clara Anahí Mariani, entre la de tantos otros niños y adolescentes que vivían fuera de la historia y de la política, sin la menor responsabilidad frente a los que ahora pretenden razones de orden-y de soberanía nacional para justificar sus crímenes? ¿Quién olvida el destino de Silvia Corazza de Sánchez, la joven obrera cuya niña nació en la cárcel, y a la que llevaron meses después para que entregara la criatura a su abuela antes de hacerla desaparecer definitivamente? ¿Quién olvida el alucinante testimonio sobre el campo militar “La Perla” escrito por una sobreviviente, Graciela Susana Geuna, y publicado por la Comisión Argentina de Derechos Humanos? Cito nombres al azar del recuerdo, imágenes asiladas de unas pocas lápidas en un interminable cementerio de sepultados en vida. Pero cada nombre vale por cien, por mil casos parecidos, que sólo se diferencian por los grados de la crueldad, del sadismo, de esa monstruosa voluntad de exterminación que ya nada tiene que ver con la lucha abierta y así en cambio con el aprovechamiento de la fuerza bruta, del anonimato y de las peores tendencias humanas convertidas en el placer de la tortura y de la vejación a seres indefensos. Si de algo siento vergüenza frente a este fratricidio que se cumple en el más profundo secreto para poder negarlo después cínicamente, es que sus responsables y ejecutores son argentinos o uruguayos o chilenos, son los mismos que antes y después de cumplir su sucio trabajo salen a la superficie y se sientan en los mismos cafés, en los mismos cines donde se reúnen aquellos que hoy o mañana pueden ser sus víctimas. Lo digo sin ánimo de paradoja: Más felices son aquellos pueblos que pudieron o pueden luchar contra el terror de una ocupación extranjera. Más felices, sí, porque al menos sus verdugos vienen de otro lado, hablan otro idioma, responden a otras maneras de ser. Cuando la desaparición y la tortura son manipuladas por quienes hablan como nosotros, tienen nuestros mismos nombres y nuestras mismas escuelas, comparten costumbres y gestos, provienen del mismo suelo y de la misma historia, el abismo que se abre en nuestra conciencia y en nuestro corazón es infinitamente, más hondo que cualquier palabra que pretendiera describirlo.

Pero precisamente por eso, porque en este momento tocamos fondo como jamás lo tocó nuestra historia, llena sin embargo de etapas sombrías, precisamente por eso hay que asumir de frente y sin tapujos esa realidad que muchos pretenden dar ya por terminada. Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvido; hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo están pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear. Por eso este coloquio, y todo lo que podamos hacer en el plano nacional e internacional, tiene un sentido que va mucho más allá de su finalidad inmediata; el ejemplo admirable de las Madres de la Plaza de Mayo está ahí como algo que se llama dignidad, se llama libertad, y sobre todo se llama futuro".

lunes, 22 de septiembre de 2008

Preguntas de un obrero ante un libro

Tebas, la de las Siete Puertas, quién la construyó? En los libros figuran los nombres de los reyes, ¿arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?

Y Babilonia, destruida tantas veces, ¿quién la volvió a contruir otras tantas? ¿En qué casas de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?

La noche en que fue terminada la Muralla China, ¿adónde fueron los albañiles?

Roma la Grande está llena de arcos de triunfo, ¿quién los erigió?

¿Sobre quiénes triunfaron los Césares?

Bizancio, tan cantada, ¿tenía sólo palacios para sus habitantes?

Hasta en la fabulosa Atlántida, la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban pidiendo ayuda a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India; ¿él sólo?

César venció a los galos. ¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?

Felipe II lloró al hundirse su flota. ¿No lloró nadie más?

Federico II ganó la Guerra de los Siete Años. ¿Quién la ganó, además?

Una victoria en cada página. ¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?

Un gran hombre cada diez años. ¿Quién paga sus gastos?




Bertolt Brecht
"Una pregunta para cada historia"


Este texto de Brecht me hizo acordar a un post anterior sobre los olvidos; aun con estos silencios la Historia no pierde su emoción; todo lo contrario, se torma mucho mas interesante!

domingo, 21 de septiembre de 2008

¿Adán y Eva eran negros?

Los espejos están llenos de gente.

Los invisibles nos ven.

Los olvidados nos recuerdan.

Cuando nos vemos, los vemos.

Cuando nos vamos, ¿se van?



En África empezó el viaje humano en el mundo. Desde allí emprendieron nuestros abuelos la conquista del planeta. Los diversos caminos fundaron los diversos destinos, y el sol se ocupó del reparto de los colores.

Ahora las mujeres y los hombres, arcoiris de la tierra, tenemos más colores que el arcoiris del cielo; pero somos todos africanos emigrados. Hasta los blancos blanquísimos vienen del África.

Quizá nos negamos a recordar nuestro origen común porque el racismo produce amnesia, o porque nos resulta imposible creer que en aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin fronteras, y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido.


Eduardo Galeano. Espejos, una suerte de historia universal. 2008

Primavera

"Qué mas quisiera que pasar la vida entera, como estudiante el día de la primavera..."

Andrés Calamaro

viernes, 19 de septiembre de 2008

El rocanrol de los idiotas



Yo no tenía ganas de reír
Tú reías para no llorar;
Yo le guiñaba un ojo a mi nariz,
Tú consolabas a tu soledad.

Yo sin ninguna escoba que vender,
Tú con mil y una noches que olvidar;
A mí no me quería una mujer,
A ti se te moría una ciudad.

Tú habías perdido el último autobús,
A mí me habían echado de otro bar;
Los mismos alfileres de vudú,
El mismo cuento que termina mal.

Pero quiso el cielo
Bautizar el suelo
Con su gota a gota
Y con champú de arena
Para tu melena
De muñeca rota
Y tu mirada azul
Me dijo a cara o cruz
Y mi alma de tahúr
Lo puso a doble o nada.

Y los peces de colores de mis botas
Y tus marchitos zapatitos de tacón
Locos por naufragar
Salieron a bailar
Al ritmo de la lluvia sobre las capotas
El rocanrol de los idiotas.

Yo no venía de ningún país,
Tú ibas camino de cualquier lugar;
Conmigo no contaba el porvenir,
De ti no se acordaba el verbo "amar".
Yo no jugaba para no perder,
Tú hacías trampas para no ganar;
Yo no rezaba para no creer,
Tú no besabas para no soñar.

Y sin equívocos de vodevil
Ni alertas rojas en el corazón
El dios de la tormenta quiso abrir
La caja de los truenos y tronó,
Porque quiso el cielo
Acariciar el suelo
Con su gota a gota
Y con champú de arena
Para tu melena
De muñeca rota.

Qué disparate de
Partida de ajedrez
Con una partenaire
Adicta al jaque mate.

Y tu bolso como un nido de gaviotas
Y mi futuro con pan duro en el cajón
Locos por naufragar
Salieron a bailar
Al ritmo de la lluvia sobre las capotas
El rocanrol de los idiotas.

Capeando el temporal
Salieron a bailar
Como dos locos bajo el chaparrón de notas
Del rocanrol de los idiotas.

El rocanrol,
El rocanrol de los idiotas.
Como tu y como yo.
El rocanrol de los idiotas.

Se marcó la calle
Con aquel detalle
De dejarnos solos.
El rocanrol de los idiotas.

Y por casualidad
Comenzó a tocar
La flauta de Bartolo
El rocanrol de los idiotas.

Joaquín Sabina

jueves, 18 de septiembre de 2008

Sin Lopez no hay Nunca Mas... 30.001...

Hoy se cumplen dos años de la desaparición de Julio Lopez en la ciudad de La Plata...
Este albañil de 76 años que tuvo el coraje de prestar su crucial testimonio en un juicio por genocidio, está desaparecido desde el 18 de septiembre de 2006.
La hipótesis del shock emocional es casi tan temible como la del secuestro policial. De eso se tratan las movilizaciones e iniciativas por la aparición con vida de Julio López, para reafirmar dos palabras: Nunca Más.

Jorge Julio López, testigo crucial y querellante en el primer juicio oral y público por genocidio tras la anulación de las leyes de impunidad, no contaba con cuidado ni protección alguna. Está desaparecido desde hace dos años. Fue un desaparecido durante la dictadura. Es un desaparecido ahora en democracia...








Jorge Julio López fue durante dos años y medio un desaparecido, pero tuvo el extraño privilegio de sobrevivir para contarlo. Estuvo prisionero en un circuito clandestino de detención que representaba el nido de los amos de la vida y de la muerte en esa ciudad de La Plata de tiempos de la dictadura y de la policía comandada por Ramón Camps y su secuaz, Miguel Etchecolatz.
“Tenía cara de mono”, describió López en su primera declaración en los llamados Juicios por la Verdad. No sabía todavía el nombre de ese “mono” que terminó condenado a prisión perpetua y que en los tiempos en que López era una desaparecido acompañaba a Camps en las torturas. A López le quedó el pecho marcado con los rastros de la picana y por eso ofreció mostrarle sus heridas a los jueces como prueba. Él, junto a tantos otros, lograron así reconstruir con lo que tenían –pedazos de nombres, fragmentos de lugares, terrores y heridas- ese nido de impunidad de la policía bonaerense: lo que allí pasaba y quiénes pasaban. Nombraron a los represores y nombraron a sus víctimas.

El 18 de septiembre de 2006 López iba a terminar un capítulo de esa historia que comenzó cuando lo secuestraron, el 27 de octubre de 1976 y que a lo largo de 30 años tropezó con las más increíbles formas de impunidad. La causa que lo tuvo como testigo puede ser también considerada un nido: solo contabilizando los últimos tropiezos judiciales, tuvo desde marzo de 2000 –fecha en que se llevaron adelante las audiencias de los llamados Juicios por la Verdad- tantas idas y vueltas que cuesta creer que en el momento crucial, López no estuviera allí para escuchar el fallo.
Pero no estuvo.
No hay metáforas para explicar el por qué: una vez más, nadie vio qué pasó.


miércoles, 17 de septiembre de 2008

Deseos

Un diálogo sin desperdicio...


- Sofía (9):
"Hay un chico en la escuela que gusta de mi, quiere ser mi novio.
Yo no quiero saber nada!
Si yo tengo un novio, quiero que sea liiindo, inteligeeente...
Y, ¿cómo te lo puedo explicar?, que no sea asqueroso...
¡Que no se coma los mocos!"


- Lucía (22):
"Todas queremos lo mismo..."




No lo dije yo! Lo dijo Lucía en No se culpe a nadie.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Aprendizaje



"Debemos aprender a ser queridos y querientes,
en un mundo que nos entrena para el desamor".


Eduardo Galeano




Extraído casi sin pedir permiso de "Imágenes surrealistas".

domingo, 14 de septiembre de 2008

Los asesinos

Por Ernest Hemingway



La puerta del restaurante de Henry se abrió y entraron dos hombres que se sentaron al mostrador.
-¿Qué van a pedir? -les preguntó George.

-No sé -dijo uno de ellos-. ¿Tú qué tienes ganas de comer, Al?

-Qué sé yo -respondió Al-, no sé.

Afuera estaba oscureciendo. Las luces de la calle entraban por la ventana. Los dos hombres leían el menú. Desde el otro extremo del mostrador, Nick Adams, quien había estado conversando con George cuando ellos entraron, los observaba.

-Yo voy a pedir costillitas de cerdo con salsa de manzanas y puré de papas -dijo el primero.

-Todavía no está listo.

-¿Entonces para qué carajo lo pones en la carta?

-Esa es la cena -le explicó George-. Puede pedirse a partir de las seis.

George miró el reloj en la pared de atrás del mostrador.

-Son las cinco.

-El reloj marca las cinco y veinte -dijo el segundo hombre.

-Adelanta veinte minutos.

-Bah, a la mierda con el reloj -exclamó el primero-. ¿Qué tienes para comer?

-Puedo ofrecerles cualquier variedad de sándwiches -dijo George-, jamón con huevos, tocineta con huevos, hígado y tocineta, o un bisté.

-A mí dame suprema de pollo con arvejas y salsa blanca y puré de papas.

-Esa es la cena.

-¿Será posible que todo lo que pidamos sea la cena?

-Puedo ofrecerles jamón con huevos, tocineta con huevos, hígado...

-Jamón con huevos -dijo el que se llamaba Al. Vestía un sombrero hongo y un sobretodo negro abrochado. Su cara era blanca y pequeña, sus labios angostos. Llevaba una bufanda de seda y guantes.

-Dame tocineta con huevos -dijo el otro. Era más o menos de la misma talla que Al. Aunque de cara no se parecían, vestían como gemelos. Ambos llevaban sobretodos demasiado ajustados para ellos. Estaban sentados, inclinados hacia adelante, con los codos sobre el mostrador.

-¿Hay algo para tomar? -preguntó Al.

-Gaseosa de jengibre, cerveza sin alcohol y otras bebidas gaseosas -enumeró George.

-Dije si tienes algo para tomar.

-Sólo lo que nombré.

-Es un pueblo caluroso este, ¿no? -dijo el otro- ¿Cómo se llama?

-Summit.

-¿Alguna vez lo oíste nombrar? -preguntó Al a su amigo.

-No -le contestó éste.

-¿Qué hacen acá a la noche? -preguntó Al.

-Cenan -dijo su amigo-. Vienen acá y cenan de lo lindo.

-Así es -dijo George.

-¿Así que crees que así es? -Al le preguntó a George.

-Seguro.

-Así que eres un chico vivo, ¿no?

-Seguro -respondió George.

-Pues no lo eres -dijo el otro hombrecito-. ¿No es cierto, Al?

-Se quedó mudo -dijo Al. Giró hacia Nick y le preguntó-: ¿Cómo te llamas?

-Adams.

-Otro chico vivo -dijo Al-. ¿No es vivo, Max?

-El pueblo está lleno de chicos vivos -respondió Max.

George puso las dos bandejas, una de jamón con huevos y la otra de tocineta con huevos, sobre el mostrador. También trajo dos platos de papas fritas y cerró la portezuela de la cocina.

-¿Cuál es el suyo? -le preguntó a Al.

-¿No te acuerdas?

-Jamón con huevos.

-Todo un chico vivo -dijo Max. Se acercó y tomó el jamón con huevos. Ambos comían con los guantes puestos. George los observaba.

-¿Qué miras? -dijo Max mirando a George.

-Nada.

-Cómo que nada. Me estabas mirando a mí.

-En una de esas lo hacía en broma, Max -intervino Al.

George se rió.

-Tú no te rías -lo cortó Max-. No tienes nada de qué reírte, ¿entiendes?

-Está bien -dijo George.

-Así que piensas que está bien -Max miró a Al-. Piensa que está bien. Esa sí que está buena.

-Ah, piensa -dijo Al. Siguieron comiendo.

-¿Cómo se llama el chico vivo ése que está en la punta del mostrador? -le preguntó Al a Max.

-Ey, chico vivo -llamó Max a Nick-, anda con tu amigo del otro lado del mostrador.

-¿Por? -preguntó Nick.

-Porque sí.

-Mejor pasa del otro lado, chico vivo -dijo Al. Nick pasó para el otro lado del mostrador.

-¿Qué se proponen? -preguntó George.

-Nada que te importe -respondió Al-. ¿Quién está en la cocina?

-El negro.

-¿El negro? ¿Cómo el negro?

-El negro que cocina.

-Dile que venga.

-¿Qué se proponen?

-Dile que venga.

-¿Dónde se creen que están?

-Sabemos muy bien dónde estamos -dijo el que se llamaba Max-. ¿Parecemos tontos acaso?

-Por lo que dices, parecería que sí -le dijo Al-. ¿Qué tienes que ponerte a discutir con este chico? -y luego a George-: Escucha, dile al negro que venga acá.

-¿Qué le van a hacer?

-Nada. Piensa un poco, chico vivo. ¿Qué le haríamos a un negro?

George abrió la portezuela de la cocina y llamó:

-Sam, ven un minutito.

El negro abrió la puerta de la cocina y salió.

-¿Qué pasa? -preguntó. Los dos hombres lo miraron desde el mostrador.

-Muy bien, negro -dijo Al-. Quédate ahí.

El negro Sam, con el delantal puesto, miró a los hombres sentados al mostrador:

-Sí, señor -dijo. Al bajó de su taburete.

-Voy a la cocina con el negro y el chico vivo -dijo-. Vuelve a la cocina, negro. Tú también, chico vivo.

El hombrecito entró a la cocina después de Nick y Sam, el cocinero. La puerta se cerró detrás de ellos. El que se llamaba Max se sentó al mostrador frente a George. No lo miraba a George sino al espejo que había tras el mostrador. Antes de ser un restaurante, el lugar había sido una taberna.

-Bueno, chico vivo -dijo Max con la vista en el espejo-. ¿Por qué no dices algo?

-¿De qué se trata todo esto?

-Ey, Al -gritó Max-. Acá este chico vivo quiere saber de qué se trata todo esto.

-¿Por qué no le cuentas? -se oyó la voz de Al desde la cocina.

-¿De qué crees que se trata?

-No sé.

-¿Qué piensas?

Mientras hablaba, Max miraba todo el tiempo al espejo.

-No lo diría.

-Ey, Al, acá el chico vivo dice que no diría lo que piensa.

-Está bien, puedo oírte -dijo Al desde la cocina, que con una botella de ketchup mantenía abierta la ventanilla por la que se pasaban los platos-. Escúchame, chico vivo -le dijo a George desde la cocina-, aléjate de la barra. Tú, Max, córrete un poquito a la izquierda -parecía un fotógrafo dando indicaciones para una toma grupal.

-Dime, chico vivo -dijo Max-. ¿Qué piensas que va a pasar?

George no respondió.

-Yo te voy a contar -siguió Max-. Vamos a matar a un sueco. ¿Conoces a un sueco grandote que se llama Ole Andreson?

-Sí.

-Viene a comer todas las noches, ¿no?

-A veces.

-A las seis en punto, ¿no?

-Si viene.

-Ya sabemos, chico vivo -dijo Max-. Hablemos de otra cosa. ¿Vas al cine?

-De vez en cuando.

-Tendrías que ir más seguido. Para alguien tan vivo como tú, está bueno ir al cine.

-¿Por qué van a matar a Ole Andreson? ¿Qué les hizo?

-Nunca tuvo la oportunidad de hacernos algo. Jamás nos vio.

-Y nos va a ver una sola vez -dijo Al desde la cocina.

-¿Entonces por qué lo van a matar? -preguntó George.

-Lo hacemos para un amigo. Es un favor, chico vivo.

-Cállate -dijo Al desde la cocina-. Hablas demasiado.

-Bueno, tengo que divertir al chico vivo, ¿no, chico vivo?

-Hablas demasiado -dijo Al-. El negro y mi chico vivo se divierten solos. Los tengo atados como una pareja de amigas en el convento.

-¿Tengo que suponer que estuviste en un convento?

-Uno nunca sabe.

-En un convento judío. Ahí estuviste tú.

George miró el reloj.

-Si viene alguien, dile que el cocinero salió. Si después de eso se queda, le dices que cocinas tú. ¿Entiendes, chico vivo?

-Sí -dijo George-. ¿Qué nos harán después?

-Depende -respondió Max-. Esa es una de las cosas que uno nunca sabe en el momento.

George miró el reloj. Eran las seis y cuarto. La puerta de la calle se abrió y entró un conductor de tranvías.

-Hola, George -saludó-. ¿Me sirves la cena?

-Sam salió -dijo George-. Volverá en alrededor de una hora y media.

-Mejor voy a la otra cuadra -dijo el chofer. George miró el reloj. Eran las seis y veinte.

-Estuviste bien, chico vivo -le dijo Max-. Eres un verdadero caballero.

-Sabía que le volaría la cabeza -dijo Al desde la cocina.

-No -dijo Max-, no es eso. Lo que pasa es que es simpático. Me gusta el chico vivo.

A las siete menos cinco George habló:

-Ya no viene.

Otras dos personas habían entrado al restaurante. En una oportunidad George fue a la cocina y preparó un sándwich de jamón con huevos "para llevar", como había pedido el cliente. En la cocina vio a Al, con su sombrero hongo hacia atrás, sentado en un taburete junto a la portezuela con el cañón de un arma recortada apoyado en un saliente. Nick y el cocinero estaban amarrados espalda con espalda con sendas toallas en las bocas. George preparó el pedido, lo envolvió en papel manteca, lo puso en una bolsa y lo entregó. El cliente pagó y salió.

-El chico vivo puede hacer de todo -dijo Max-. Cocina y hace de todo. Harías de alguna chica una linda esposa, chico vivo.

-¿Sí? -dijo George- Su amigo, Ole Andreson, no va a venir.

-Le vamos a dar otros diez minutos -repuso Max.

Max miró el espejo y el reloj. Las agujas marcaban las siete en punto, y luego siete y cinco.

-Vamos, Al -dijo Max-. Mejor nos vamos de acá. Ya no viene.

-Mejor esperamos otros cinco minutos -dijo Al desde la cocina.

En ese lapso entró un hombre, y George le explicó que el cocinero estaba enfermo.

-¿Por qué carajo no consigues otro cocinero? -lo increpó el hombre- ¿Acaso no es un restaurante esto? -luego se marchó.

-Vamos, Al -insistió Max.

-¿Qué hacemos con los dos chicos vivos y el negro?

-No va a haber problemas con ellos.

-¿Estás seguro?

-Sí, ya no tenemos nada que hacer acá.

-No me gusta nada -dijo Al-. Es imprudente, tú hablas demasiado.

-Uh, qué te pasa -replicó Max-. Tenemos que entretenernos de alguna manera, ¿no?

-Igual hablas demasiado -insistió Al. Éste salió de la cocina, la recortada le formaba un ligero bulto en la cintura, bajo el sobretodo demasiado ajustado que se arregló con las manos enguantadas.

-Adiós, chico vivo -le dijo a George-. La verdad es que tuviste suerte.

-Cierto -agregó Max-, deberías apostar en las carreras, chico vivo.

Los dos hombres se retiraron. George, a través de la ventana, los vio pasar bajo el farol de la esquina y cruzar la calle. Con sus sobretodos ajustados y esos sombreros hongos parecían dos artistas de variedades. George volvió a la cocina y desató a Nick y al cocinero.

-No quiero que esto vuelva a pasarme -dijo Sam-. No quiero que vuelva a pasarme.

Nick se incorporó. Nunca antes había tenido una toalla en la boca.

-¿Qué carajo...? -dijo pretendiendo seguridad.

-Querían matar a Ole Andreson -les contó George-. Lo iban a matar de un tiro ni bien entrara a comer.

-¿A Ole Andreson?

-Sí, a él.

El cocinero se palpó los ángulos de la boca con los pulgares.

-¿Ya se fueron? -preguntó.

-Sí -respondió George-, ya se fueron.

-No me gusta -dijo el cocinero-. No me gusta para nada.

-Escucha -George se dirigió a Nick-. Tendrías que ir a ver a Ole Andreson.

-Está bien.

-Mejor que no tengas nada que ver con esto -le sugirió Sam, el cocinero-. No te conviene meterte.

-Si no quieres no vayas -dijo George.

-No vas a ganar nada involucrándote en esto -siguió el cocinero-. Mantente al margen.

-Voy a ir a verlo -dijo Nick-. ¿Dónde vive?

El cocinero se alejó.

-Los jóvenes siempre saben qué es lo que quieren hacer -dijo.

-Vive en la pensión Hirsch -George le informó a Nick.

-Voy para allá.

Afuera, las luces de la calle brillaban por entre las ramas de un árbol desnudo de follaje. Nick caminó por el costado de la calzada y a la altura del siguiente poste de luz tomó por una calle lateral. La pensión Hirsch se hallaba a tres casas. Nick subió los escalones y tocó el timbre. Una mujer apareció en la entrada.

-¿Está Ole Andreson?

-¿Quieres verlo?

-Sí, si está.

Nick siguió a la mujer hasta un descanso de la escalera y luego al final de un pasillo. Ella llamó a la puerta.

-¿Quién es?

-Alguien que viene a verlo, señor Andreson -respondió la mujer.

-Soy Nick Adams.

-Pasa.

Nick abrió la puerta e ingresó al cuarto. Ole Andreson yacía en la cama con la ropa puesta. Había sido boxeador peso pesado y la cama le quedaba chica. Estaba acostado con la cabeza sobre dos almohadas. No miró a Nick.

-¿Qué pasa? -preguntó.

-Estaba en el negocio de Henry -comenzó Nick-, cuando dos tipos entraron y nos ataron a mí y al cocinero, y dijeron que iban a matarlo.

Sonó tonto decirlo. Ole Andreson no dijo nada.

-Nos metieron en la cocina -continuó Nick-. Iban a dispararle apenas entrara a cenar.

Ole Andreson miró a la pared y siguió sin decir palabra.

-George creyó que lo mejor era que yo viniera y le contase.

-No hay nada que yo pueda hacer -Ole Andreson dijo finalmente.

-Le voy a decir cómo eran.

-No quiero saber cómo eran -dijo Ole Andreson. Volvió a mirar hacia la pared: -Gracias por venir a avisarme.

-No es nada.

Nick miró al grandote que yacía en la cama.

-¿No quiere que vaya a la policía?

-No -dijo Ole Andreson-. No sería buena idea.

-¿No hay nada que yo pueda hacer?

-No. No hay nada que hacer.

-Tal vez no lo dijeron en serio.

-No. Lo decían en serio.

Ole Andreson volteó hacia la pared.

-Lo que pasa -dijo hablándole a la pared- es que no me decido a salir. Me quedé todo el día acá.

-¿No podría escapar de la ciudad?

-No -dijo Ole Andreson-. Estoy harto de escapar.

Seguía mirando a la pared.

-Ya no hay nada que hacer.

-¿No tiene ninguna manera de solucionarlo?

-No. Me equivoqué -seguía hablando monótonamente-. No hay nada que hacer. Dentro de un rato me voy a decidir a salir.

-Mejor vuelvo adonde George -dijo Nick.

-Chau -dijo Ole Andreson sin mirar hacia Nick-. Gracias por venir.

Nick se retiró. Mientras cerraba la puerta vio a Ole Andreson totalmente vestido, tirado en la cama y mirando a la pared.

-Estuvo todo el día en su cuarto -le dijo la encargada cuando él bajó las escaleras-. No debe sentirse bien. Yo le dije: "Señor Andreson, debería salir a caminar en un día otoñal tan lindo como este", pero no tenía ganas.

-No quiere salir.

-Qué pena que se sienta mal -dijo la mujer-. Es un hombre buenísimo. Fue boxeador, ¿sabías?

-Sí, ya sabía.

-Uno no se daría cuenta salvo por su cara -dijo la mujer. Estaban junto a la puerta principal-. Es tan amable.

-Bueno, buenas noches, señora Hirsch -saludó Nick.

-Yo no soy la señora Hirsch -dijo la mujer-. Ella es la dueña. Yo me encargo del lugar. Yo soy la señora Bell.

-Bueno, buenas noches, señora Bell -dijo Nick.

-Buenas noches -dijo la mujer.

Nick caminó por la vereda a oscuras hasta la luz de la esquina, y luego por la calle hasta el restaurante. George estaba adentro, detrás del mostrador.

-¿Viste a Ole?

-Sí -respondió Nick-. Está en su cuarto y no va a salir.

El cocinero, al oír la voz de Nick, abrió la puerta desde la cocina.

-No pienso escuchar nada -dijo y volvió a cerrar la puerta de la cocina.

-¿Le contaste lo que pasó? -preguntó George.

-Sí. Le conté pero él ya sabe de qué se trata.

-¿Qué va a hacer?

-Nada.

-Lo van a matar.

-Supongo que sí.

-Debe haberse metido en algún lío en Chicago.

-Supongo -dijo Nick.

-Es terrible.

-Horrible -dijo Nick.

Se quedaron callados. George se agachó a buscar un repasador y limpió el mostrador.

-Me pregunto qué habrá hecho -dijo Nick.

-Habrá traicionado a alguien. Por eso los matan.

-Me voy a ir de este pueblo -dijo Nick.

-Sí -dijo George-. Es lo mejor que puedes hacer.

-No soporto pensar que él espera en su cuarto y sabe lo que le pasará. Es realmente horrible.

-Bueno -dijo George-. Mejor deja de pensar en eso.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Dolina: Internet y la soledad


- ¿Crees que con la aparición de Internet toma fuerza aquel refrán que dice que el amor no conoce fronteras?
- Con la irrupción de Internet parece que los horizontes se ampliarán en lo que respecta al amor, las seducciones o a las meras amistades, es decir, a todo tipo de relaciones sentimentales. Usualmente, el tipo que no sale nunca de su casa está condenado a un universo sentimental que no va más allá de la vecina; y el que solamente frecuenta a las personas relacionadas con su trabajo o estudio termina, fatalmente, casándose con una compañera de trabajo o de estudio. Esto ha sido así durante larguísimos años. El estudio de las vidas de las personas que tienen 50 o 60 años nos revelaría que, efectivamente, son muy numerosos los casos de personas casadas con sus vecinos, compañeros de trabajo o de estudio. Se me dirá: qué problema hay con casarse con personas que uno ya conoce. Peor sería que uno se casase o relacionase con desconocidos. Lo que sucede es que los horizontes mismos a los que uno estaba condenado, limitaban ya, desde antes de intentarlo, la extensión sentimental de nuestra vida.
Y aquí aparece Internet, que nos permite tomar contacto con personas que están fuera del horizonte, que están incluso en ámbitos que no conocemos o que no sospechamos, donde la distancia no sólo no es un obstáculo, sino que, a veces, hasta es un estímulo. Parece que una de las virtudes buscadas fuera la distancia, como una virtud exótica. Parece que la mujer que vive a miles de kilómetros es más atractiva que la que vive allí nomás; el vivir cerca es casi un gesto de vulgaridad.

- ¿Crees que puede ser efectiva una relación amorosa que se da por estos medios?
- Hay que ver si las relaciones que se establecen mediante la navegación y la exploración cibernética finalmente resultan reales. Porque es probable que con un método de seducción mecánico, se obtengan amores mecánicos.
A mí, en general, me produce una sensación de aventura y de estímulo. Yo me sentiría atraído a responder los llamados y las consultas. Y haría, a mi turno, alguna indagación. Pero me temo que esto se debe parecer a las citas a ciegas o, lo que es peor, a una visión distorsionada. Todos nosotros, alguna vez, hemos asistido a encontrar una mujer de la que sólo teníamos su propio testimonio o, peor, el testimonio de un amigo. Entonces, yo no sé si ese defecto, no ya de la máquina sino de la condición humana, de describirse erróneamente, no vendría a producir infinitos desengaños.

- ¿Con esto estarías proponiendo no asumir el riesgo de ir más allá?
- Ante esto, creo que hay que contentarse con esa relación, con ese ida y vuelta, con lo que el otro puede darnos de su espíritu a través de los kilómetros. Que un amor por carta no salga de una carta, que un amor por Internet no salga de Internet. Si no, hacemos una transcripción de géneros que nunca sale bien. Yo creo que el amor epistolar perfecto es un amor que se consuma en la carta misma. A lo mejor, el amor de Internet perfecto es un amor que obtiene su propio goce allí, no fuera. Si nos hacemos amigos de una señorita que vive en Ottawa, está todo perfecto hasta que la señorita decide viajar a Buenos Aires.
Lo más interesante de todo esto es la idea de agrandar los horizontes, la de no contentarse con una especie de determinismo geográfico de los amores.
La soledad tiene caminos que uno no sospecha. A veces uno cree que ha conseguido derrotarla, pero vuelve... Aparentemente, Internet sería un nuevo arma contra la soledad...


Fragmento de una entrevista a Alejandro Dolina

viernes, 12 de septiembre de 2008

Nueva enfermedad: SEJUELA

ADVERTENCIA SOBRE NUEVA ENFERMEDAD; DPTO. DE SALUD Y PREVENCIÓN



SEJUELA: Es una enfermedad, en ocasiones altamente contagiosa, pero aún no aceptada por la Ciencia Médica. Mientras tanto, millones de personas que padecen este mal, esperan la aprobación de la Organización Mundial de Salud, para que se estudie y se encuentre la cura para esta mortal enfermedad que cada día es adquirida por miles de personas.

Por favor, es muy importante hacerse este auto-examen ante la aparición de la SEJUELA.
El diagnóstico a tiempo puede ayudarnos a combatirla.

SÍNTOMAS QUE DEFINEN LA APARICIÓN DE ESTA PATOLOGÍA:

01.- Si un café te produce insomnio.
02.- Si una cerveza te lleva directo al baño.
03.- Si todo te parece muy caro.
04.- Si cualquier cosa te altera.
05.- Si todo pequeño exceso alimentario te provoca un aumento de peso.
06.- Si el chorizo te cae pesadísimo, el picante te irrita y el ajo te hace repetir.
07.- Si la sal te sube la presión arterial.
08.- Si en una fiesta pedís la mesa lo más lejos posible de la música y de la gente.
09.- Si atarte las zapatillas te produce un dolor de espalda y cintura insoportable.
10.- Si la televisión te produce sueño.
11.- Si todo el día estás haciendo SUDOKUS para prevenir el Alzheimer.
12.- Si te la pasas frente a la computadora jugando al solitario para agilizar las neuronas.



Todos esos síntomas son prueba irrefutable que padeces Sejuela...




SE-JUE-LA JUVENTUD

jueves, 11 de septiembre de 2008

Ser maestro...

Los maestros vienen en todo tipo de formatos... Los hay altos y bajos, bien vestidos y desaliñados, mujeres y hombres, jóvenes y jubilables.
Se pueden encontrar docentes conocedores de su materias y aquellos que simplemente repiten un conocimiento débilmente adquirido, expertos y novatos.
En el camino del aprendizaje uno se cruza con docentes justos y aquellos que no lo son... Sin embargo, hay varias características que todos tienen en común...

Todos los maestros, en cualquier nivel que ejerzan, creen que los alumnos son personas que pueden cambiar.
A veces se empeñan más allá de las posibilidades propias o de los alumnos. Se empeñan en mejorar lo inmejorable, causando involutariamente dolor a sí mismos y a los demás...

Todos los maestros creen que los alumnos los van a superar y muchos tienen la dosis de generosidad suficiente para permitirlo. Aunque otras veces, el propio narcisismo les juega una mala pasada... y sobreponen sus voces a las de sus alumnos. Pierden así la originalidad de algún alumno brillante y malinterpretan sus dichos, insisten en enseñar algo ya sabido.

Todos los maestros tienen una dosis de exigencia variable, pero no pueden carecer de ella. Muchas veces la dosis es muy alta y entonces nada les viene bien o es muy baja y cualquier aprendizaje de un alumno es tomado como logro final.

Todos los maestros deben luchar contra los prejuicios. Es decir, no sólo creen que los alumnos van a cambiar, sino que deben luchar contra la sostenida tendencia del ser humano de considerar lo distinto con alguna consideración negativa.
Los prejuicios pueden ser descubiertos en sí mismos - y se inicia una de las luchas más dolorosas y dificiles que enfrentan- o en otros ( compañeros, sociedad, etc.). Muchas veces los docentes ignoran que poseen prejuicios, o ni siquieran ven que alumnos o padres ejercen ese tipo de discriminación en alguno de sus alumnos. En esos casos su potencia educativa disminuye notablemente...

En fin... los docentes son todos diferentes y todos iguales. Mantienen actitudes y creencias que hacen que sean lo que son... Vienen demostrando hace largo tiempo, generación tras generación que creen en un futuro mejor; han enseñado a leer, a escribir y a pensar a millones de personas, a comprender los logros de la humanidad a millones de personas, a comprender al semejante a millones de personas...

Y en muchos casos, pese a todas las percepciones sociales, creen que hay un futuro y que éste puede ser mejor...

Feliz día a estos maestros!!!

Fuente: Madre, Padre, Tutor o Encargado

miércoles, 10 de septiembre de 2008

La terrible sinceridad

Me escribe un lector: "Le ruego me conteste, muy seriamente, de qué forma debe uno vivir para ser feliz.

"Estimado lector: Si yo pudiera contestarle, seria o humorísticamente, de que modo debe vivirse para ser feliz, en vez de estar pergeñando notas, sería, quizá, el hombre más rico de la tierra, vendiendo, únicamente a diez centavos, la fórmula para vivir dichoso.
Ya ve qué disparate me pregunta.

Creo que hay una forma de vivir en relación con los semejantes y consigo mismo, que si no concede la felicidad, le proporciona al individuo que la practica, una especie de poder mágico de dominio sobre sus semejantes: es la sinceridad.
Ser sincero con todos, y más todavía consigo mismo, aunque se perjudique. Aunque se rompa el alma contra el obstáculo. Aunque se quede solo, aislado y sangrando. Esta no es una fórmula para vivir feliz; creo que no, pero si lo es para tener fuerzas y examinar el contenido de la vida, cuyas apariencias nos marean y engañan de continuo.

No mire lo que hacen los demás. Que no le importe un pepino lo que opine el prójimo. Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, sobre el bien y sobre el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Usted y usted. Nada más. Y será fuerte como un demonio entonces. Fuerte a pesar de todos y contra todos.

No importa que la pena lo haga dar de cabeza contra una pared, interróguese siempre, aun en el peor minuto de su vida, lo siguiente: Soy sincero conmigo mismo? Y si el corazón le dice que si, y tiene que tirarse a un pozo, tírese con confianza. Siendo sincero no se va a matar. Esté segurísimo de eso. No se va a matar, porque no se puede matar. La vida, la misteriosa vida que rige nuestra existencia, impedirá que usted se mate tirándose al pozo. La vida, providencialmente, colocará, un metro antes de que usted llegue al fondo, un clavo donde se engancharán sus ropas, y... usted se salvará.

Me dirá usted: "Y si los otros no comprenden que soy sincero?" Qué le importa a usted de los otros! La tierra y la vida tienen tantos caminos con alturas distintas, que nadie puede ver a más distancia de la que dan sus ojos. Aunque suba a una montaña, no verá un centímetro más lejos de lo que le permita su vista. Pero, escúcheme bien: el día en que los que lo rodean se den cuenta de que usted va por un camino no trillado, pero que marcha guiado por la sinceridad, ese día lo mirarán con asombro, luego con curiosidad. Y el día en que usted, con la fuerza de su sinceridad, les demuestre cuantos poderes tiene entre sus manos, ese día serán sus esclavos espirituales, créalo.

Me dirá usted: "Y si me equivoco?". No tiene importancia. Uno se equivoca cuando tiene que equivocarse. Ni un minuto antes ni un minuto después. Por qué? Porque así lo ha dispuesto la vida, que es esa fuerza misteriosa. Si usted se ha equivocado sinceramente, lo perdonarán. O no lo perdonarán. Interesa poco. Usted sigue su camino. Contra viento y marea. Contra todos, si es necesario ir contra todos. Y créame, llegará un momento en que usted se sentirá tan fuerte, que la vida y la muerte se convertirán en dos juguetes entre sus manos. Así, como suena. Vida. Muerte. Usted va a mirar esa taba que tiene tal reverso, y de una patada la va a tirar lejos de usted. Qué se le importan los nombres, si usted, con su fuerza, está más allá de los nombres?

La sinceridad tiene un doble fondo curioso. No modifica la naturaleza intrínseca del que la practica, y si le concede una especie de doble vista, sensibilidad curiosa, y que le permite percibir la mentira, y no sólo la mentira, sino los sentimientos del que está a su lado.
Hay una frase de Goethe, respecto a este estado, que vale un Perú. Dice: "Tú que me has metido en este dédalo, tú me sacarás de él". Es lo que anteriormente le decía. La sinceridad provoca en el que la practica lealmente, una serie de fuerzas violentas. Estas fuerzas sólo se muestran cuando tiene que producirse eso de: "tú que me has metido en este dédalo, tú me sacarás!"

Y si usted es sincero, va a percibir la voz de estas fuerzas. Ellas lo arrastrarán quizá, a ejecutar actos absurdos. No importa. Usted los realiza. Que se quedará sangrando? Y es claro! Todo cuesta en esta tierra. La vida no regala nada, absolutamente. Todo hay que comprarlo con libras de carne y sangre. Y de pronto, descubrir algo que no es la felicidad, sino un equivalente a ella. La emoción. La terrible emoción de jugarse la piel y la felicidad. No en el naipe, sino convirtiéndose usted en una especie de emocionado naipe humano, que busca la felicidad, desesperadamente, mediante las combinaciones mas extraordinarias, mas inesperadas.
¿O qué se cree usted? ¿Que es uno de esos multimillonarios norteamericanos ayer vendedores de diarios, mas tardes carboneros, luego dueños de circo, y sucesivamente periodistas, vendedores de automóviles, hasta que un golpe de fortuna lo sitúa en el lugar en que inevitablemente debía estar? Esos hombres se convirtieron en multimillonarios porque querían ser eso. Con eso sabían que realizan la felicidad de su vida. Pero piense usted en todo lo que se jugaron para ser felices. Y mientras no se producía lo efectivo, la emoción, que derivaba de cada jugada, los hacía más fuertes. Se da cuenta?

Vea amigo: hágase una base de sinceridad, y sobre esa cuerda floja o tensa, cruce el abismo de su vida, con su verdad en la mano, y va a triunfar. No hay nadie, absolutamente nadie, que pueda hacerlo caer. Y hasta los que hoy le tiran piedras, se acercarán mañana a usted para sonreírle tímidamente.
Créalo, amigo: un hombre sincero es tan fuerte que sólo él puede reírse y apiadarse de todo.


Roberto Arlt (Aguafuertes Porteñas)

Gente jodida

- ¿Viste lo de Ginóbilli?
- No, ¿qué pasó?
- Que al final lo operan esta semana en el pie, por el golpe en los Juegos Olímpicos, y va a estar un mes parado...
- Pobre Manu... Que jodidos estos yanquis!
- Por?
- Justo que lo operan del pie, lo van a tener un mes parado! No hay derecho...


Cuack!

martes, 9 de septiembre de 2008

Uno nunca sabe

Lo primero que le preguntó Mario apenas el Mochila se sentó, fue "¿La conoces a esa mina?".
- ¿Cuál?
-- La que saludastes recién.
Mochila giró apenas la cabeza hacia atrás.
- ¿La flaca?
- Sí.
- Sí, la conozco. Es amiga de mi jermu.
- Me emputece esa mina --dijo Mario en voz baja.
- ¿Mi jermu?
- No, boludo. La Flaca, la que saludastes.
- Ah... ¡Mirá qué boludo que sos vos! A todo el mundo lo enloquece la Flaca. ¡Qué te parece!
- ¿Qué? --se alarmó Mario--. ¿Vos también estás jugado en ese palo? ¿Te anotás ahí también?
- No. Yo no. ¿No te digo que es amiga de mi jermu? Estudiaban juntas en la Cultural. Tendría que ser muy loco para tirarme en esa. Pero... te digo...
- Que ganas no te faltan.
- Ganas no me faltan....
Se quedaron en silencio. Mochila controlando las otras mesas, viendo quién había. Mario tocándose cuidadosamente los dientes de adelante con la uña del dedo pulgar de la mano derecha.
- Me tiene loco esa mina --repitió, como para sí mismo. Como si el tema fuese demasiado íntimo como para compartirlo y debatirlo en una mesa de cafe. Y asustado, quizá, por haber ido tan lejos.
- Está buena la Flaca --dijo Mochila, que la tenía sentada a sus espaldas--. Y es una mina piola te cuento... Piola, inteligente. Anda suelta, además...
- Medio histérica debe ser...
- Sí. Eso sí... Lógico... --Mochila seguía sin meterse demasiado en la conversación, en tanto pasaba lista a los presentes-- ¡Bah! --se animó de pronto, ya terminado el control--. Como todas.
- Esa jeta que tiene... --medio por sobre el hombro de Mochila, Mario la espiaba--. Los ojos...
- Y encarala, boludo... ¿qué esperas? --lo animó Mochila, cruzándose de piernas, acomodándose en la silla para quedar de espaldas a la calle Santa Fe, mirando al mostrador. Mario hizo un gesto vago con la cabeza, negativo.
- Está sola, boludo --apretó Mochila--. Andá... Si te quedas esperando, por ahí aparece algun vago, o alguna amiga, y se sienta con ella y cagaste.
Mario se encogió de hombros, mirando ahora hacia afuera, como desentendiéndose del problema.
- ¿No lo viste al Sobo? -preguntó, cambiando de tema. Mochila negó con la cabeza--. Este boludo... --musitó Mario--. Le tengo que pedir un certificado y justo hoy no aparece.
- Oíme --Mochila se incorporó, clavándole la vista--. Andá y sentate con ella, no seas otario... No te va a patear...
- No la conozco --frunció la nariz, Mario.
- ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Cómo que no la conocés? Te conoce de acá, pelotudo. Si acá nos junamos todos. No le sabrás el nombre pero la...
- ¿Cómo se llama?
Mochila frunció el ceño.
- Ehhh... --pensó--. Marina, Marta, María... No sé, no sé... Siempre la conocí por la Flaca.
- Marta, Marta se llama --dijo Mario, que ya se había informado.
- Escuchame Mario... --Mochila se inclinó sobre la mesa para darle privacidad a la propuesta--. Te la presento... Voy, me siento en la mesa de ella y te la presento...
Mario se tiró hacia atrás y agitó las manos y la cabeza, casi escandalizado.
- ¡No! No, dejá. Ya está. Ya pasó. Ya fué.
- No me cuesta nada, boludo.
- Dejá, Mochila, dejá. Está bien.
Mochila se encogió de hombros.
- Jodete --dijo. Y buscó a Moreyra con la vista--. ¡Negro! --gritó--. ¿Estás vos acá?
- Además... --Mario, pese a todo, no quería desprenderse totalmente del tema y sabía que el lapso de privacidad con el Mochila podía ser corto--. No da bola, Mochi. No da bola.
Mochila casi se enojó.
- ¿Y cómo sabes que no da bola si nunca la encaraste?
- Porque uno se da cuenta, Mochila. ¿Sabés cuanto hace que la vengo mirando a esa mina? ¿Sabés cuanto hace? Dos años. Debe hacer como dos años...
- ¿Y?
- ¡Nada! Nada de nada. Una mina si te quiere dar bola se manda alguna señal, eso es sabido. Te mira una vez, aunque sea. Te mantiene un poco la mirada. O te sonríe. Te tira un cable.
- No te engañes, no te engañes... Mirá que...
- Sí... "La vida te da sorpresas".
- La vida te da sorpresas...
- Sí, pero acá es muy claro --se desalentó Mario--. ¿Viste que hay... cómo decirte... hay un lapso de duración en una mirada, en un cruce de miradas? Y después hay un plus, que es un milésimo... un milésimo de segundo... un ápice... un cícero... una infinitésima milésima de segundo en que se prolonga esa mirada más de lo normal... Es cuando una mina te mira y vos tenes un sensómetro, un sismógrafo, que registra que esa mirada ha durado esa milésima de segundo mas allá de lo necesario, y es lo que te está diciendo a las claras que esa no es una mirada común, que esa mirada está pidiendo otro cruce de comprobación, que te está diciendo algo... --Mochila afirmaba con la cabeza, algo fastidiado--. Bueno... --no se amilanó Mario--. Esa fracción supletoria de mirada debería tener un nombre. Porque es una medida patron... Es un exceso de intensidad... Debería haber algo como el "miradómetro"... Una unidad de vision, de calentura...
- Bueno, bueno... Cortala... Dejá de hablar pelotudeces... --rogó Mochila--. ¿Y qué pasa? ¿Con esta mina no se dió nunca?
- En la puta vida de Dios.
- Ni te miró...
- Ni me miró ni... --Mario había sacado un encendedor y golpeteaba con él sobre el nerolite buscando la descripción mas gráfica--. O me mira y no me ve. Esa es la cosa. Por ahí me mira, pero lo que hace es solamente dirigir su vista hacia mí. Pero la sensación que yo tengo es como que yo fuera transparente. Que mira a traves mío. Que mira lo que está detrás mío. Digamos, que la profundidad de campo de la cámara de ella está situada seis metros detrás mío... Esa es la sensación que tengo...
Mochila se rascó la cabeza.
- ¡Mirá que sos antiguo! --dijo.
- ¿Por qué? --se ofuscó Mario.
- Andar fijándote en eso de las miradas y esas cosas... Eso es del tiempo en que los pedos se tiraban con gomera.
- ¿Y qué querés que haga? ¿Que vaya y le toque el culo?
- No, boludo. No te digo eso...
- ¿Cómo carajo hacés vos?
- ¿Cómo hago? ¿Cómo hago yo? ¡Voy y me siento con ella! Eso hago. Mirá que difícil. Y le empiezo a hablar de cualquier cosa... No podés entrar en la histeria de las minas, querido... Que te miro, que no te miro, que la profundidad de campo y todas esas pelotudeces...
- Es que... --Mario apoyó el mentón sobre sus manos cruzadas y vaciló. Por momentos lo asaltaba la idea de que no era un tema para hacer publico--. ¿Sabes qué pasa?... ¿Vos te acordás de "El Eternauta"?
- Sí, me acuerdo... Lo que no me acuerdo es quién trabajaba...
- ¿Cómo?
- ¿Quién trabajaba?
- No, boludo. No era una película. Era una historieta.
- Ah, sí... "El Eternauta". Algo me acuerdo...
- Esa que caía una nevada en Buenos Aires, una nevada radioactiva y morían todos...
- Algo. Algo me acuerdo --mintió el Mochila.
- Bueno, en "El Eternauta", aparecían unos tipos de otro planeta, que se llamaban los "Manos", que tenían...
- Mejicanos. "Manito", se decían...
- No, gil. No seas hijo de puta.
- Ah, no. Esa era "Cisco Kid".
- No te acordás de un sorete. Los Manos, que tenían una mano derecha llena de dedos...
- Como cualquiera --Mochila mostró su mano.
- No, muchos mas. Como hasta acá --Mario tiró una línea imaginaria desde la punta de sus propios dedos hasta el codo--. Bueno, esos tipos dirigián a varias especies de bichos extraterrestres que invadían la Tierra. Pero ellos, a su vez, estaban controlados por otra especie superior. Entonces. estos "Manos", que eran igual que nosotros salvo por esos dedos, tenían insertada en el cuerpo una glándula, una glándula que le llamaban "Glándula del Terror" y que les habían insertado esos cosos que los dirigían a ellos. Y... ¿para qué les habían insertado esa glándula? Porque los Manos, igual que los humanos, al sentir temor segregaban una especie de adrenalina y ésta, a su vez, activaba la glándula. Y entonces la glándula dejaba escapar un veneno y el veneno los mataba en minutos, nomás. ¿Me entendés? Si ellos se intentaban rebelar contra la especie superior, sentían miedo y, ahí nomás, cagaban la fruta. Linda idea, ¿no? Porque, además, había otra cosa, fijate. Algunos de ellos habían intentado operarse para sacarse de allí esa glándula pero, al operarse, sentían miedo, y de nuevo la misma cosa, activaban la glándula, ésta largaba el veneno, etc., etc., etc... Era ingenioso, ¿no? Piola como idea. De... ¿cómo se llamaba?... Oesterheld.
Mochila se lo quedó mirando un instante, con expresión confundida.
- Y.... ¿Qué queres decir con todo esto? --preguntó--. ¿Ahora me vas a salir con que vos tenés una de esas glándulas? ¿Me vas a pedir guita para operarte?
- No. No. No --Mario pegó con la punta de su dedo índice sobre la mesa--. Yo tengo una glándula pero de la pelotudez. Ese es el asunto. Una glándula de la pelotudez. Cuando a mí una mina me gusta mucho, como ésta, Marta... me pongo pelotudo. El mismo hecho de que la mina me guste mucho, me paraliza. Me pone tan nervioso que me pongo hecho un pelotudo, no sé lo que digo, hago boludeces... La glándula segrega algo que me idiotiza. Después pienso en las cosas que he dicho, o en las que debería haberle dicho y me quiero morir. Las minas deben pensar que uno es un retardado total. Y es precisamente porque me gustan demasiado. Es increíble. Con las minas que no me gustan no me pasa nada. Ahí soy un duque, soy Dean Martin. Jodo, soy ocurrente, hasta puedo ser brillante. Al pedo. Porque a quien yo quiero gustar no es a los escrachos.
- Mario... Mario... --Mochila trató de ser comprensivo--. Yo sé que esto pasa... Pero te puede pasar al principio, la primera hora, la primera...
- Década.
- No seas pelotudo. Si vos...
- Si yo me quedo solo con esta mina te juro que no me sale una palabra. La glándula me...
- Anda a la concha de tu madre vos y la glándula...
Se quedaron en silencio. Mochila miraba sin ver hacia la caja registradora, pegaba repetidas veces con la suela del pie derecho sobre el piso, fastidiado.
- ¿Sabes qué le dijeron a Pelé cuando debutó en Suecia? --preguntó de pronto. Mario negó con la cabeza, algo desacomodado.
- "Andate al medio campo y tocala corta." Eso le dijeron --agregó el Mochila. Mario entrecerró un poco los ojos, como buscando la metáfora--. O sea. Hasta que se te pasen los nervios, no tratés de deslumbrar, no tratés de ser brillante, no tratés de meter el pase de gol...
- Pero él era negro, Mochila...
- Es negro.
- ¡Es que ni siquiera pretendo ser brillante! Me bastaría con no ser tan imbécil...
- Tocá corto.
- Una teta le voy a tocar... --musitó Mario--. Además... además, Mochila, comprendeme --se irguió de pronto como para seguir hablando pero calló, prudente. El Pochi había entrado por la puerta de Santa Fe y Sarmiento, pero se quedó enganchado en la mesa de los fotógrafos. Mario retomó el tema--. Yo creo que las cosas se tienen que dar naturalmente. Vos vistes como es este boliche. Vos, por ejemplo, no conocés a alguien. Pero, de pronto, por ahí, mañana, estás sentado en la misma mesa con él. ¿Por qué? Porque te llama un amigo común. Porque viene a tu mesa a charlar con un amigo tuyo. Porque está en un grupo donde vos te acercás a preguntar algo. Es así... Entonces eso es mas natural, menos forzado. Yo me sentiría mucho más cómodo si se diera algo así con esta mina...
- Oíme Mario... Oíme... --Moreyra había pasado como una ráfaga, dejando un cortado sobrante, al tanteo, enfrente de Mochila--. Cuanto...
- Porque... ¿viste como es este boliche? --arremetió Mario--. Yo creo que el secreto de este boliche está en la proximidad de las mesas. Están muy juntas. Ahí radica el éxito de este boliche. Vos estás sentado en esta mesa y casi casi estás escuchando la charla de los de la mesa de atrás. Y se tocan las sillas, incluso --Mario se tiró hacia atrás sobre el respaldo y sonrió, ejemplificando--. Vos estás en una mesa y por ahí girás un poquito y ya te integras a la de al lado...
- Un conventillo.
- Un conventillo. Un día... --Mario se lanzó de golpe con el torso hacia adelante, confidente--. Un día yo estaba sentado en una mesa, y atrás, acá mismo, atrás, estaba la Flaca con unas amigas --bajó la voz--. Si yo me inclinaba para atrás la tocaba, con los hombros, o con la cabeza. La tocaba...
- Mario... --insistió Mochila con los ojos entrecerrados--. ¿Cuanto hace que decís que la venís marcando a esta mina?
- ¿A la flaca? Y... desde que la descubrí... Cuando era novia del barba... No sé. Un año... Un año y medio...
- Cuando era novia del barba... Vos te referís al Tito, al Tito Aramayo.... Bueno, te cuento, eso fue hace más de tres años, porque hace más de tres años que el Tito está en Porto Alegre. Casi cuatro años hace, por lo menos.
- Y... sí...
- Y en esos cuatro años.. --Mochila enarcó las cejas y cerró su mano derecha como si empuñara un cuchillo, señalando a Mario--. Escuchame bien, en esos cuatro años, esa situación que vos decís, que vos estás esperando, no se ha dado nunca. Nunca hubo un amigo sentado en la mesa con ella, ni ningún amigo te la trajo a la mesa con vos, ni se dió vuelta para pedirte fuego, ni estaba en un grupo donde vos podías haberte integrado... Nada...
- Nada... es verdad... Nada.
- ¿Y hasta cuando vas a esperar, Marito? --hirió de nuevo, Mochila--. Vas a ser un viejo choto y vas a venir acá con un bastón, con boina, con una cánula de suero puesta, para ver si alguna vez se da la puta casualidad de que te podés sentar con esa mina...
- Y... --se encogió de hombros, Mario.
- Oíme --Mochila giró la cabeza y pegó una rápida mirada hacia la mesa de la Flaca que, sola, estaba anotando cosas en una agenda--. Mirá, está sola. Al pedo. Voy, me siento con ella, hablo con ella y después te llamo...
Mario se secó la transpiración de la nariz, meneó la cabeza, pareció atacarlo la desesperación y estar a punto de ponerse a llorar.
- No, Mochila... No...
- Yo puedo hacerlo, pelotudo --se enojó el Mochila--. Te digo que soy amigo de ella. Lo he hecho un montón de veces. No va a quedar como algo forzado o...
- No, Mochila... Está llena de machos esa mina...
- ¿Cuando? ¡Ahora está sola, pelotudo!
- Ahora no. Pero... ¿Vos te creés que no la veo? La miro constantemente, te digo. Todos los días con un macho nuevo. Pendejos...
- Mejor para vos, mejor para vos. Si anda todos los días con un macho nuevo es que no anda con ninguno. Aparte, no te engañés, Mario. No te engañés. Yo conocía una mina que estaba buenísima. No podía ni caminar de buena que estaba. Lindísima, además. Y esta mina, me decía --hará un par de meses nomás, está casada ahora, tiene como cuatro hijos-- me decía que cuando ella era joven, había fines de semana que se quedaba en casa como una boluda porque nadie la llamaba para salir. Los tipos la veían tan linda, tan rebuena estaba esa hija de puta, que todos pensaban lo mismo, eso que vos pensás también, que estaba llena de machos. Que la llamaban de todas partes del país para invitarla a salir, que Rainiero de Mónaco le ponía un télex para salir de joda. Entonces, no la llamaban. Y la pobre santa se quedaba como una boluda los sábados a la noche viendo televisión con una tía rechota que tenía...
- Este no es el caso... Este no es el caso... --negó Mario. Mochila volvió a darse vuelta, mirando sin discreción alguna hacia la mesa de la Flaca.
- Está sola, boludo. Está haciendo tiempo. Aprovechá ahora --volvió a su postura anterior restregándose la cara con una mano, casi con desesperación--. Decí que yo no puedo...Pero...
- Además... Además... --buscó las palabras Mario--. No se puede. Yo no puedo ir y encararla así a esta mina, en frío... Hay convenciones. Hay convenciones que se juegan entre un hombre y una mujer y que hay que respetar.
Mochila lo miraba con una expresión cada vez mas atormentada.
- Sí, claro --dijo Mario--. Vos sabés, y ella sabe, y vos sabés que ella sabe que vos sabés, que si vas y la invitás a una mina a tomar un café, en realidad lo que le estás proponiendo es ir a cojer.
- No es tan así.
- Esa es la verdad. Esa es la realidad de las cosas. La verdad de la milanesa. Pero vos no podés ir, acercarte a la mesa y decirle "¿Vamos a cojer?". Porque aunque encierre el mismo significado, no es lo mismo. Para una mina no es lo mismo y tiene todo el derecho del mundo de mandarte a la reputísima madre que te parió, Mochila, es la verdad. Puede decirte "¿Usted por quién me ha tomado?" y hacerse la ofendida y tiene toda la razón. Hay que guardar ciertas normas de urbanidad. Vos dirás que es un hipocresía y todo eso, pero...
- Yo no digo que sea una hipocresía --expiró Mochila, agotado.
- ... vos tenés que dejarle una puerta abierta a la mina. No podes encerrarla, no podes dejarla sin opciones. Fijate vos, cuando yo anduve con la Zulema... --se entusiasmó Mario--. Hay minas con las que vos tenés ya todo conversado, todo claro, y no hay más que hablar. Cuando le decís de salir, te tomás un tacho y te vas al mueble derecho viejo, porque sabés que la mina no se va a descolgar con "¿Pero... adonde vamos? ¿Adonde me llevas?".
- "¿Qué son esas luces rojas?"
- "¿Qué son esas luces rojas?" ¡Nada de eso! Pero, por ejemplo, con Zulema, yo me las rebusqué para que me prestaran un departamento. Entonces fuimos a cenar, hablamos un rato y despues yo le pude decir "¿Querés venir a mi departamento a tomar algo?", con lo que le estás dando a la mina la opción de ir al departamento y después, si no le gusta la mano, negarse. No sé... decir... "Se me hizo tarde" o... "Vos me interpretastes mal"...
- Oíme... Vos sos una antigualla... Si la mina acepta ir a tu departamento es porque le gusta la mano y ya sabe como viene la cosa... No son tan boludas, Mario... ¿O te crees que somos nosotros los que atracamos?
- De acuerdo, de acuerdo --se apuró Mario--. Pero vos le estás dando la opción con el departamento. Si vos le tenés que decir "¿Vamos a un mueble?" ¿Qué opción tiene la mina? Vos le estás diciendo "vamos a cojer", lisa y llanamente. No le das salida.
- Si vos le decís "Vamos al departamento" también le estás diciendo "Vamos a cojer", querido. ¿O con quién estás saliendo? ¿Con Heidi?
- Ya sé... Ya sé... --Mario se mordió los labios, transpirando--. Pero no es lo mismo. Es una cuestión de elegancia. Si vos invitás a una mina a un hotel, estás dando por sentado que vos no tenías ninguna duda de que a esa mina te la ibas a pirobar, que era fácil, que era una fija. Es una cuestión de... dignidad, digamos...
Mochila meneaba la cabeza, negando.
- Sos una antigualla --suspiró--. Un relicario...
- Es difícil de explicar --insistió Mario--. Es como si vos vas a un bodegón y el mozo ve que vos tenés tal pinta de pordiosero que viene y, sin preguntarte nada, te pone en la mesa un pingüino de vino tinto de la casa. ¿Qué te queda por hacer en ese momento? Levantarte e irte, querido. Ese mozo te está ofendiendo. Porque aunque vos seas un pordiosero y se vea a la legua que no te podes bancar ni por puta un vino más o menos pasable, el tipo tiene la obligación moral de alcanzarte la lista de vinos y preguntarte "¿El señor tiene alguna preferencia? ¿Desea algún vino gran reserva?". Entonces ahí sí, vos podés devolverle la lista y decirle, tranquilo "No, muchas gracias. Tráigame un pingüino con tinto de la casa" porque la verdad es que no tenés ni un mango partido por la mitad para elegir otra cosa... ¡Porque es un problema de dignidad, mi viejo! ¡Te tienen que dar la oportunidad de elegir, ese es el asunto! Pueblos enteros han ido a la guerra por eso...
- ¿Porque vino el mozo y les sirvió un pingüino de...?
- No. Por dignidad.
- Oíme, Mario... --Mochila pareció animarse de repente--. Yo me levanto y voy a la mesa de la mina y le hablo.
La expresión de Mario fue de pánico. Advertía un atisbo de determinación inquebrantable en la voz del Mochila.
- No, Mochi, no jodas --se enojó.
- Voy, boludo. ¿No puedo ir, acaso? Todos los días hablo con ella...
- Vos tomás medio pingüino de tinto de la casa y te ponés a hacer boludeces, Mochila... Dejame de joder... No me gusta tanto despues de todo...
Mochila se puso de pie. Mario se tapó la cara con la mano. Luego la destapó y habló mirando hacia otro lado. Transpiraba.
- Dejáme de joder, Mochila. Sentate --rogó--. Yo no voy. Si vos me llamas yo no voy. Me voy a la mierda. Me voy al baño. Te juro que no voy...
- Oíme, boludo --se agachó un tanto, Mochila--. Hoy puede ser un dia histórico para vos. A veces las minas que menos bola parece que te dan son las que más te vienen marcando, al final de cuentas. No seas ingenuo. Las minas son muy histéricas, y ésta es de las más histéricas que conozco...
- Te juro que no voy, Mochila... Sentate, no seas boludo... No me hagas pasar un mal rato...
- Por lo menos te sacas la duda de encima, pelotudo. Si te da pelota, perfecto. Si no te da pelota, bueno, al menos te sacastes ese quilombo de la cabeza y ya no te andas preocupando si anda con un macho, o con cuatro, o con cinco mil...
- Dejáme vivir con la ilusión, Mochila... De veras... Sentate...
Mochila giró sobre sus talones y enfiló hacia la mesa de la Flaca. Mario, automáticamente, pivoteó sobre su silla primero hacia la calle Santa Fe y luego en sentido contrario, hacia el mostrador, como si estuviese sobre un sillón giratorio, fingiendo mirar hacia el teléfono público, los baños y las botellas expuestas sobre los estantes de vidrio. Se pasaba repetidamente las yemas de los dedos sobre las cejas.
Mochila se dejó caer, despreocupado, sobre la silla vacía enfrente de la Flaca y, al punto, ésta, sonriendo, cerró la agenda y comenzaron a charlar. No dejo pasar mucho tiempo, Mochila, y tras algunas preguntas livianas de rigor, encaró el tema con la practicidad de un ejecutivo joven.
- Che, Flaca... --casi anunció--. No mires ahora... ¿Vos lo conocés al muchacho que está sentado conmigo, el de lentes?
Ella dió una pitada larga a su cigarrillo, lanzó algo de humo por la nariz y dijo: "Sí, de acá. Del boliche".
- Bueno. Está muerto por vos.
Marta miró al Mochila con expresión entre dura e inquisidora.
- ¿Ese pajero? --preguntó luego, casi airada. Mochila asimiló, apenas, el golpe.
- ¿Por qué, "pajero"?
- Hace como mil años que se la pasa mirándome y jamás se ha atrevido a decirme nada.
- Lo que pasa es que... ehh... Es muy tímido...
- ¡Por favor! --la Flaca sacudió la cabeza revoleando un mechón de pelo-- ¡Es un pajero!
- No, Flaca --Mochila estaba casi acostado sobre la mesa, apoyando el brazo izquierdo desde la axila hasta el codo, buscando buenas razones con cautela de minero--. Es muy tímido... Te digo que es muy buen tipo... es un tipo interesante...
Marta extendió su mano derecha y la apoyó en el antebrazo de Mochila. Suavizó su tono y su mirada.
- Mirá, Mochila, te agradezco. Pero estoy cansada de la histeria de los tipos. Ya somos grandecitos. Ya no soy una pendeja...
- Pero lo parecés...
Marta estiró una sonrisa forzada.
- Te agradezco --repitió.
Mochila se quedó mirando un rato hacia la esquina de Sarmiento y Santa Fe. Como no encontró nuevos argumentos para su propuesta, se levantó cansinamente, saludó a la Flaca y se fue. Desandó cuatro pasos y volvió a su silla de la mesa compartida con Mario. Este, demudado, había pedido una medialuna de "La Nuria" y otro café, como para hacer algo.
- Ehhhh... --vaciló Mochila, mirando perdidamente hacia el baño.
- ¿Qué...? ¿Qué pasó? --tragó saliva Mario, intuyendo, quizá, lo peor.
- Dice que está esperando al novio...
Mario mordió un nuevo pedazo de medialuna. Meneó la cabeza.
- Te dije... --dijo.
- Qué cagada --musitó Mochila.
- ¿Viste? --Mario parecía aliviado.
- Pero, al menos, lo intentamos...
- Te dije... --Mario se acomodó los lentes, mirando hacia la calle, mientras apuraba el último bocado, limpiándose los dedos con una servilleta.
- Qué va a ser...
- ¿Será posible, este boludo del Sobo? --se quejó Mario--. Justo hoy que lo necesito y no aparece...


Roberto Fontanarrosa

lunes, 8 de septiembre de 2008

Y un día... terminé perdido...

Y si, yo sabía que iba a llegar este momento. No era resistencia ni nada, pero por una cosa u otra, nunca podía darse...
Después de entregar un parcial domiciliario que se robó unas cuantas horas de mi vida, decidí que era el momento ideal para dedicar otras tantas a "perderme" un poco...
Y finalmente, nos sentamos una noche con una buena cantidad de DVD's en la mano para empezar a desasnarme y disfrutar de la 1° Temporada de Lost.
No tenía mucha idea de qué se trataba, sólo lo básico. Siempre la esquivé, no por rebeldía, sino porque sabía que era lo mejor. Tenía la sensación de que era buena, no podía ser que tanta gente se haya enganchado porque si, incluso gente que no suele hacerlo; pero igual me sorprendió! Y de manera positiva...

Entre el miércoles y el finde fresquito (que ayudaba a devedear), nos devoramos los primeros 20 capítulos, y vamos por mas! Seguramente las obligaciones, van a exigir reducir el ritmo de la maratón, pero mejor... así la intriga se acrecienta...

viernes, 5 de septiembre de 2008

Fe de erratas

Donde dice "hasta el cielo", debiera decir no me alcanza,
Cuando digo "te espero", que conste, te pido revancha...
Donde dice "certezas", debería decir "disparates",
Debiera decir "flor de idiota" si juro "jamases".

Donde fui un mamarracho, debería haber sido una sombra,
Cuando era más joven debiera haber sido más cosas.
Donde digo "hasta siempre", debería decir "ya veremos",
Cuando muero por vos debería morirme de viejo...

Porque a veces me escucho y hay veces que me doy la espalda
y es por eso que pongo en la mesa esta fe de erratas,
de mi corazón, de mi corazón...

Debiera decir "cobardía" donde digo "por las dudas",
Cuando soy un cretino debiera serlo sin mayúsculas.
Cuando pido "socorro", debería decir "no me quejo",
Donde empiezan tus piernas debieran quedarse mis besos.

Cuando juego a perderte, debería perder sin excusas
Debería decir "¿para qué?" cuando digo "me sobra".
Donde pido "olvidáme", debería aclarar "no es urgente",
Cuando digo "futuro" debiera avisar "no me corras"...

Lo que sueñan mis sueños a veces lo embarran mis ganas
y es por eso que pongo en la mesa esta fe de erratas
de mi corazón... De mi corazón... De mi corazón...

Porque a veces me escucho y hay veces que me doy la espalda,
y es por eso que pongo en la mesa esta fe de erratas...

Iván Noble.




Fe de erratas: dónde dice "debería" debe decir "debiera" o "debiese".

jueves, 4 de septiembre de 2008

Abandonado

Entre Speddy (que no deja de hacer de las suyas), el trabajo, y algún parcial de la Facultad, darse una vuelta por estos lados se hizo casi imposible en los últimos días...pero estoy volviendo!
Yo creo que este finde será un buen momento para reencontrarme con mi blog, y con todos los blogs super interesantes que tengo abandonados en mis ratos de lecturas.
Si Dios y los HdP de Speedy así lo desean, nos estaremos viendo...