viernes, 30 de enero de 2009

Discriminación bloguer?

Debo confesarlo...

NO ME GUSTAN LOS BLOGS QUE TIENEN FONDOS NEGROS!

No se muy bien porqué, pero ya me predispongo mal a leerlos cuando veo un fondo oscuro, negro, azul, lo que sea...y si encima hay letras muy brillantes, o mucho surtido de colores, hmmm, la cosa se complica aun mas... Y ni hablar de esos que hasta tenés que seleccionar el texto para poder leerlos, ahi no hay chance! Un click y si te he visto, no me acuerdo...

Siento que los textos se destacan mucho más si tienen fuentes oscuras sobre fondos claros, que se yo, no deja de ser un capricho, obvio!
Algunos, gracias a sus buenos contenidos o a que el propietario/a es amigo (o ambas), me los banco igual, pero sepan que me cuesta...
Jeje...

¿Será xenofóbico lo mío? Que no se entere el INADI!

Hecho el descargo, me voy. Que nadie se sienta ofendido...

miércoles, 28 de enero de 2009

Causa y sinrazón de los celos

Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la vida a sus respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son realmente tormentas en vasos de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de recriminaciones.

Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Y si son inteligentes, aun cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal sentimiento, porque saben que la exposición de semejante debilidad las entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió el seso. De cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por los disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología individual.

Puede establecerse esta regla:

Cuanto menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es.

La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado al pensar que toda "su" felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su "banco" quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.

Frecuentemente, también, el hombre es celoso de la mujer cuyo mecanismo psicológico no conoce. Ahora bien: para conocer el mecanismo psicológico de la mujer, hay que tratar a muchas, y no elegir precisamente a las ingenuas para enamorarse, sino a las "vivas", las astutas y las desvergonzadas, porque ellas son fuente de enseñanzas maravillosas para un hombre sin experiencia, y le enseñan (involuntariamente, por supuesto) los mil resortes y engranajes de que "puede" componerse el alma femenina. (Conste que digo "de que puede componerse", no de que se compone.)

Los pequeños enamorados, como los pequeños financistas, tienen en su capital de amor una sensibilidad tan prodigiosa, que hay mujeres que se desesperan de encontrarse frente a un hombre a quien quieren, pero que les atormenta la vida con sus estupideces infundadas.

Los celos constituyen un sentimiento inferior, bajuno. El hombre, cela casi siempre a la mujer que no conoce, que no ha estudiado, y que casi siempre es superior intelectualmente a él. En síntesis, el celo es la envidia al revés.

Lo más grave en la demostración de los celos es que el individuo, involuntariamente, se pone a merced de la mujer. La mujer en ese caso, puede hacer de él lo que se le antoja. Lo maneja a su voluntad. El celo (miedo de que ella lo abandone o prefiera a otro) pone de manifiesto la débil naturaleza del celoso, su pasión extrema, y su falta de discernimiento. Y un hombre inteligente, jamás le demuestra celos a una mujer, ni cuando es celoso. Se guarda prudentemente sus sentimientos; y ese acto de voluntad repetido continuamente en las relaciones con el ser que ama, termina por colocarle en un plano superior al de ella, hasta que al llegar a determinado punto de control interior, el individuo "llega a saber que puede prescindir de esa mujer el día que ella no proceda con él como es debido".

A su vez la mujer, que es sagaz e intuitiva, termina por darse cuenta de que con una naturaleza tan sólidamente plantada no se puede jugar, y entonces las relaciones entre ambos sexos se desarrollan con una normalidad que raras veces deja algo que desear, o terminan para mejor tranquilidad de ambos.

Claro está que para saber ocultar diestramente los sentimientos subterráneos que nos sacuden, es menester un entrenamiento largo, una educación de práctica de la voluntad. Esta educación "práctica de la voluntad" es frecuentísima entre las mujeres. Todos los días nos encontramos con muchachas que han educado su voluntad y sus intereses de tal manera que envejecen a la espera de marido, en celibato rigurosamente mantenido. Se dicen: "Algún día llegará". Y en algunos casos llega, efectivamente, el individuo que se las llevará contento y bailando para el Registro Civil, que debía denominarse "Registro de la Propiedad Femenina".

Sólo las mujeres muy ignorantes y muy brutas son celosas. El resto, clase media, superior, por excepción alberga semejante sentimiento. Durante el noviazgo muchas mujeres aparentan ser celosas; algunas también lo son, efectivamente. Pero en aquellas que aparentan celos, descubrimos que el celo es un sentimiento cuya finalidad es demostrar amor intenso inexistente, hacia un_ bobalicón que sólo cree en el amor cuando el amor va acompañado de celos. Ciertamente, hay individuos que no creen en el afecto, si el cariño no va acompañado de comedietas vulgares, como son, en realidad, las que constituyen los celos, pues jamás resuelven nada serio.

Las señoras casadas, al cabo de media docena de años de matrimonio (algunas antes), pierden por completo los celos. Algunas, cuando barruntan que los esposos tienen aventurillas de géneros dudosos, dicen, en círculos de amigas:

-Los hombres son como los chicos grandes. Hay que dejar que se distraigan. También una no los va a tener todo el día pegados a las faldas...

Y los "chicos grandes" se divierten. Más aún, se olvidan de que un día fueron celosos...

Pero este es tema para otra oportunidad.



Roberto Arlt, Aguafuertes Porteñas

martes, 27 de enero de 2009

Rodolfo Walsh por Rodolfo Walsh

Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República. Mucho después descubrí que podía pronunciarse como dos yambos aliterados (1), y eso me gustó.
Nací en Choele-Choel, que quiere decir "corazón de palo". Me ha sido reprochado por varias mujeres.

Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas; el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antiguedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba.
Mi padre era mayordomo de estancia, un transculturado al que los peones mestizos de Río Negro llamaban Huelche. Tuvo tercer grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la cancha de bochas. Su coraje físico sigue pareciéndome casi mitológico. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en 1947, y otro nos dejó como única herencia. Este se llamaba "Mar Negro", y marcaba dieciséis segundos en los trescientos: mucho caballo para ese campo. Pero esta ya era zona de la desgracia, provincia de Buenos Aires.
Tengo una hermana monja y dos hijas laicas. Mi madre vivió en medio de cosas que no amaba: el campo, la pobreza. En su implacable resistencia resultó más valerosa, y durable, que mi padre. El mayor disgusto que le causo es no haber terminado mi profesorado en letras.

Mis primeros esfuerzos literarios fueron satíricos, cuartetas alusivas a maestros y celadores de sexto grado. Cuando a los diecisiete años dejé el Nacional y entré en una oficina, la inspiración seguía viva, pero había perfeccionado el método: ahora armaba sigilosos acrósticos.
La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke: Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir. Mi noviazgo con una muchacha que escribía incomparablemente mejor que yo me redujo a silencio durante cinco años.
Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, del que hoy abomino. Lo hice en un mes, sin pensar en la literatura, aunque sí en la diversión y el dinero. Me callé durante cuatro años más, porque no me consideraba a la altura de nadie.

Operación masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de seis años. En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces.

En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.


(1) Unidad métrica compuesta por una sílaba breve (sin acento) y una larga (acentuada). Así, habría que leer Rodólf Fowólsh.



Fragmento de "Ese hombre", de Rodolfo Walsh. © 1996 Seix Barral

lunes, 26 de enero de 2009

Ventanas

En "Las palabras andantes" Eduardo Galeano recoge historias que escuchó y otras que se le ocurrieron mientras soñaba despierto. Él llama “ventanas” a las historias más breves, aquí algunas de las que más interesantes...


Ventana sobre la palabra:
En lengua guaraní, ñe ê significa “palabra" y también significa “alma”.
Creen los indios guaraníes que quienes mienten la palabra, o la dilapidan, son traidores del alma.


Ventana sobre las dictaduras invisibles:

La madre abnegada ejerce la dictadura de la servidumbre.
El amigo solícito ejerce la dictadura del favor.
La libertad de mercado te permite aceptar los precios que te imponen.
La libertad de opinión te permite escuchar a los que opinan en tu nombre.
La libertad de elección te permite elegir la salsa con que serás comido.


Ventana sobre la utopía:
Ella está en el horizonte - dice Fernando Birri- . Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.


Ventana sobre la nuca:
Las cosas son dueñas de los dueños de las cosas y yo no encuentro mi cara en el espejo. Hablo lo que no digo. Estoy, pero no soy. Y subo a un tren que me lleva adonde no voy, en un país exiliado de mí.


Ventana sobre la cara:

¿Una máquina boba?
¿Una carta que ignora su remitente y equivoca su destino?
¿Una bala perdida, que algún dios ha disparado por error?
Venimos de un huevo más chico que una cabeza de alfiler, y habitamos una piedra que gira en torno de una estrella enana y que contra esa estrella, a la larga, se estrellará.
Pero hemos sido hechos de luz, además de carbono y oxígeno y mierda y otras cosas, y al fin y al cabo estamos aquí desde que la belleza del universo necesitó que alguien la viera.



Eduardo Galeano, en "Las palabras andantes"
Editorial Siglo XXI, Madrid, 2004

sábado, 24 de enero de 2009

Inconcebible muchedumbre de sombras

"Para la mayoría de los secuestrados, desde el momento en que iban a buscarlos, empezaba un largo túnel que desembocaba en la muerte. La máquina de aniquilación se obstinó, con prolijidad, en borrarlos, moralmente primero, con un itinerario orquestado de humillaciones; físicamente más tarde, con el suplicio y con la muerte, y por último materialmente, quemando y hasta triturando los cadáveres, dispersándolos en la tierra, en el agua, en el fuego, en el aire, con el fin de hacerlos desaparecer, confundidos con los elementos, entre los pliegues más secretos de lo anónimo. Durante dos o tres años, los militares se felicitaron de haber instaurado, como los romanos de Tácito, la paz, hasta que poco a poco, la inconcebible muchedumbre de sombras que ellos creían haber pulverizado y sacado para siempre del aire de este mundo, se puso, con obstinación, a volver. El río, el océano, devolvían, periódicos, los cadáveres; la tierra vomitaba los huesos, los fragmentos de huesos, calcinados pero irreductibles.

La opinión pública empezó a inquietarse; aparte de las familias, de los amigos de los desaparecidos, de los exiliados, de las organizaciones humanitarias y de una minoría lúcida que desde el primer momento fue consciente de lo que ocurría, la opinión indecisa, fluctuante, siempre dispuesta a adoptar la explicación más autogratificante de las cosas, se dejó mecer por la melodía con la que más frecuentemente se la incita a bailar: el nacionalismo".

Por Juan José Saer
Fragmento de "El río sin orillas", Seix Barral, 2003

jueves, 22 de enero de 2009

Pedido machista

En el día de hoy, quiero iniciar una campaña concientizadora que va dirigida a las mujeres de este mundo. No importa cuantos hombres adhieran, si se suman mejor, pero igual, ya está chequeado el tema, y lo importante es concientizar a las mujeres sobre esto.

Si, ya se, me van a saltar explicando que molesta, que es pesado, que cansa y que, sobre todo en verano, se torna insoportable; pero es necesario que comprendan lo lindo que les queda y lo mucho que nos gusta a los hombres. Si entienden esto (y sabemos que es algo que les importa), quizás lo hagan mas seguido y soportarían lo molesto que pueda llegar a ser... al menos las solteras deberían darnos bola, igual vamos por todas!



Por favor, dejate el pelo suelto!
.
.

martes, 20 de enero de 2009

Las mejores mujeres me rechazan olimpicamente

¿Y qué hace cuando viene una señorita y le toca el timbre?
No es fácil. Me han pasado cosas muy raras. En un hotel de Mar del Plata, se me instaló una señorita. Dijo que era mi mujer y los tipos del hotel la dejaron entrar. Afortunadamente, la descubrió primero el productor. Cuando yo llegué ya la habían desalojado. En este caso no se trataba de una hermosa señorita. Las señoritas hermosas no tienen necesidad (risas).

¿Ninguna necesidad?
No sé. Además proseguir con esta conversación me situaría en la condición de "postulante a tipo que tiene arrastre con las mujeres". Y no hay cosa que le guste menos a las mujeres que el tipo que alardea. No conviene. Me jugaría en contra. Además, para qué ponerme en vivo si de estúpido estoy fenómeno. Yo lo único que puedo decirte es que siempre me han rechazado las mujeres más hermosas del país.

¿Jugar de perdedor da más réditos?
No sé. En cualquier caso es preferible perder con las mejores mujeres que anotarse pequeños triunfos. Eso de conformarse con los triunfos pequeños es para hacerse una extensa carrera de picaflor a las cuatro de la mañana en el bar llamado "Rueda de perdedores". Yo me anoto con las mejores, las cuales me rechazan olimpicamente.

¿Siempre?
Bueno, por algún rato las mejores mujeres del país me han querido.

Cuando mirás para atrás, ¿con qué clase de mujer te encontrás?
Descubro el gusto por cierto tipo de mujer. Descubro que me gustan las morochas pechugonas...


Fragmento, entrevista a Alejandro Dolina

lunes, 19 de enero de 2009

Los escritores y el miedo

Nuestra tragedia hoy es un miedo físico general y universal sostenido desde hace tanto que ahora podemos incluso cargarlo. Ya no hay problemas del espíritu. Hay solamente una pregunta: ¿Cuándo reventaré?
Debido a esto, el hombre joven o la joven mujer que escriben en la actualidad se han olvidado que los problemas del corazón humano en conflicto consigo mismo puede por sí solo escribir bien porque solamente eso vale la pena de escribir, valen la pena la agonía y el sudor.
Deben aprenderlos otra vez. Debe enseñarse que la base de todas las cosas es tener miedo: y, enseñándose eso, olvidarlo para siempre, no dejar espacio en su lugar de trabajo más que para las viejas realidades y verdades del corazón, las verdades universales que necesitan de cualquier historia efímera y condenada —amor y honor y lástima y orgullo y compasión y sacrificio-.
Hasta que no lo hagan así, trabajarán en la maldición. Escriben no de amor sino de lujuria, de las derrotas en las que nadie pierde ningún valor, y de las victorias sin esperanza y, lo peor de todo, sin lástima o compasión.
Sus penas universales, no les dejan ninguna cicatriz. Escriben no con el corazón sino con las glándulas.


Parte del discurso de William Faulkner al recibir el Premio Nobel.

domingo, 18 de enero de 2009

La dualidad entre cuerpo y alma

"Teresa nació, por lo tanto, de una situación que devela brutalmente la irreconocible dualidad del cuerpo y el alma, de la experiencia humana esencial. Hace mucho tiempo, el hombre oía extrañado un golpeteo dentro de su pecho y no tenía idea de su origen. No podía identificarse con algo tan extraño y desconocido como era el cuerpo.
El cuerpo era una jaula y dentro de ella había algo que miraba, escuchaba, temía, pensaba y se extrañaba; ese algo, ese resto que quedaba al sustraerle el cuerpo, eso era el alma.


Hoy, por supuesto, el cuerpo no es desconocido; sabemos que lo que golpea dentro del pecho es el corazón y que la nariz es la terminación de una manguera que sobresale del cuerpo para llevar oxígeno a los pulmones. La cara no es más que una especie de tablero de instrumentos en el que desembocan todos los mecanismos del cuerpo; la digestión, la vista, la audición, la respiración, el pensamiento.
Desde que sabemos denominar todas sus partes, el cuerpo desasosiega menos al hombre. Ahora también sabemos que el alma no es más que la actividad de la materia gris del cerebro. La dualidad entre el cuerpo y el alma ha quedado velada por los términos científicos y podemos reírnos alegremente de ella como de un prejuicio pasado de moda.

Pero basta que el hombre se enamore como un loco y tenga que oír al mismo tiempo el sonido de sus tripas, para que la unidad del cuerpo y el alma, esa ilusión lírica de la era científica, se disipe repentinamente.



Milan Kundera, en "La insoportable levedad del ser"

viernes, 16 de enero de 2009

Sombras de la China

Después de mucho tiempo (tal vez, años), anoche cenando en la casa de una amiga, volví a oir este disco de Joan Manuel Serrat que, hace unos diez años cuando salió, no me cansaba de escuchar... Sombras de la China... Musicalmente es hermoso, y sumado a las precisas letras del Nano componen uno de sus mejores discos detras de aquellos plagados de clásicos de fines de los '70.
Para ser justos, habría que poner las 12 letras del disco, pero me voy a quedar con estas dos que continúan la línea ideológica de esa declaración de principios que es "Algo personal".


BUENOS TIEMPOS

Corren buenos tiempos,
buenos tiempos para la bandada
de los que se amoldan a todo
con tal que no les falte de nada.

Tiempos fabulosos,
fabulosos para sacar tajada
de desastres consentidos
y catástrofes provocadas.

Tiempos como nunca
para la chapuza,
el crimen impune
y la caza de brujas.

Corren buenos tiempos,
buenos tiempos para equilibristas,
para prestidigitadores
y para sadomasoquistas.

Y silenciosa
la mayoría,
aguantando el chaparrón
al pie de un cañón
de papel maché,
come el pan nuestro
de cada día
con un culo así
contra la pared.
Llorando en el mar
viéndolas venir,
viéndolas pasar,
pasar,
pasar.

Corren buenos tiempos,
buenos tiempos para esos caballeros
locos por salvarnos la vida
a costa de cortarnos el cuello.

Tiempos fabulosos
fabulosos para plañideras,
charlatanes visionarios
y vírgenes milagreras.

Tiempos como nunca
para echarle morro
o sacar coraje
y pedir socorro.

Corren buenos tiempos,
buenos tiempos preferentemente
para los de toda la vida
para los mismos de siempre.

Para los mismos de siempre.
Siempre.
Siempre.



LOS MACARRAS DE LA MORAL

Sin prisa pero sin pausa,
como el "calabobos",
desde la más tierna infancia
preparan el cebo:
"Si no te comes la sopa
te llevará el coco..."
"Los tocamientos impuros
te dejarán ciego...".

Y te acosan de por vida
azuzando el miedo,
pescando en el río turbio
del pecado y la virtud,
vendiendo gato por liebre
a costa de un credo
que fabrica platos rotos
que acabas pagando tú.

Son la salsa
de la farsa.
El meollo,
del mal rollo.
La mecha
de la sospecha.
La llama
de la jindama.

Son el alma
de la alarma,
del recelo
y del canguelo.
Los chulapos
del gazapo.

Los macarras
de la moral.

Anunciando apocalipsis
van de salvadores
y si les dejas te pierdes
infaliblemente.
Manipulan nuestros sueños
y nuestros temores,
sabedores de que el miedo
nunca es inocente.

Hay que seguirlas a ciegas
y serles devoto.
Creerles a pies juntillas
y darles la razón
que: "El que no se quede quieto
no sale en la foto..."
"Quien se sale del rebaño,
destierro y excomunión".

Sin prisa pero sin pausa,
esos carcamales
organizan sus cruzadas
contra el hombre libre
más o menos responsable
de todos los males
porque piensan por su cuenta.
Sueñan y lo dicen.

Si no fueran tan temibles
nos darían risa.
Si no fueran tan dañinos
nos darían lástima.
Porque como los fantasmas,
sin pausa y sin prisa,
no son nada si les quitas
la sábana.


Joan Manuel Serrat en "Sombras de la China", 1998.


jueves, 15 de enero de 2009

Mala educación


"Muchas personas están demasiado educadas para hablar con la boca llena, pero no se preocupan de hacerlo con la cabeza hueca".



Orson Welles

miércoles, 14 de enero de 2009

La resistencia

"El destino, al igual que todo lo humano, no se manifiesta en abstracto sino que se encarna en alguna circunstancia, en un pequeño lugar, en una cara amada, o en un nacimiento pobrísimo en los confines de un imperio. Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados.

Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino. El destino se muestra en signos e indicios que parecen insignificantes pero que luego reconocemos como decisivos.

Así, en la vida uno muchas veces cree andar perdido, cuando en realidad siempre caminamos con un rumbo fijo, en ocasiones determinado por nuestra voluntad más visible, pero en otras, quizá más decisivas para nuestra existencia, por una voluntad desconocida aun para nosotros mismos, pero no obstante poderosa e inmanejable, que nos va haciendo marchar hacia los lugares en que debemos encontrarnos con seres o cosas que, de una manera o de otra, son, o han sido, o van a ser primordiales para nuestro destino, favoreciendo o estorbando nuestros deseos aparentes, ayudando u obstaculizando nuestras ansiedades, y, a veces, lo que resulta todavía más asombroso, demostrando a la larga estar más despiertos que nuestra voluntad consciente.

En el momento, nuestras vidas nos parecen escenas sueltas, una al lado de la otra, como tenues, inciertas y livianísimas hojas arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo.

Ernesto Sábato

martes, 13 de enero de 2009

Distracción

Si nos concentráramos un cachito mas, solo un cachito...

lunes, 12 de enero de 2009

Facebook

A veces siento que Facebook es lo mas parecido, sino la versión renovada y mejorada, de aquellas viejas con ruleros y escoba en mano, que salían a barrer la vereda y ventilaban todo tipo de intimidades familiares propias o ajenas, mientras baldeaban la vereda.
No se, me suena a eso...

Claro que, todo depende, de según como se use todo depende...