domingo, 19 de octubre de 2008

Paradojas

Si la contradicción es el pulmón de la historia, la paradoja ha de ser, se me ocurre, el espejo que la historia usa para tomarnos el pelo.
Ni el propio hijo de Dios se salvo de la paradoja. El eligió para nacer, un desierto subtropical donde casi nunca nieva, pero la nieve se convirtió en un símbolo universal de la navidad desde que Europa decidió europear a Jesús. Y para mas “INRI”, el nacimiento de Jesús es, hoy por hoy, el negocio que mas dinero da a los mercaderes que Jesús había expulsado del templo.

Napoleón Bonaparte, el más francés de los franceses, no era francés. No era ruso José Stalin, el más ruso de los rusos; y el más alemán de los alemanes, Adolfo Hitler, había nacido en Austria. Margherita Sarfatti, la mujer mas amada por el antisemita Mussolini, era judía. José Carlos Mariategui, el más marxista de los marxistas latinoamericanos, creía fervorosamente en Dios. El Che Guevara había sido declarado “completamente inepto para la vida militar” por el ejercito argentino.
De manos de un escultor llamado Aleijandinho, que era el más feo de los brasileños, nacieron las más altas hermosuras del Brasil. Los negros norteamericanos, los más oprimidos, crearon el Jazz, que es la más libre de las músicas. En el encierro de una cárcel fue concebido Don Quijote, el más andante de los caballeros. Y para colmo de paradojas, Don Quijote nunca dijo su frase mas celebre. Nunca dijo: “ladran Sancho, señal que cabalgamos”.

“Te noto nerviosa.” dice el histérico. “Te odio.” dice la enamorada. “No habrá devaluación”, dice, en vísperas de la devaluación el ministro de economía. “Los militares respetan la constitución”, dice en vísperas del golpe de estado, el ministro de defensa.
En su guerra contra la revolución sandinista, el gobierno de los Estados Unidos coincidía, paradójicamente, con el partido comunista de Nicaragua. Y paradójicas habían sido, al fin y al cabo, las barricadas, que cerraban la calle, y abrían el camino.


Eduardo Galeano en "El Libro de los Abrazos".