Un rincón de palabras sueltas, de insensateces cotidianas y reflexiones perecederas expresadas con la imaginación limitada de un adulto y la sabiduría inagotable de un niño.
martes, 25 de noviembre de 2008
Mujeres que vuelen
No se, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. ¡Si no saben volar, pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres... ¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
Oliverio Girondo
En "Espantapájaros" (1932)
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8 comentarios:
Excelente...
Sera verdad???... sera verdad que pueden pensar asi o solo lo hacen porque saben que somos muy vulnerables a ese tipo de sentimientos...
es una duda existencial, a la cual por mas q me respondan lo q sea la voy a seguir teniendo y en el fondo seguiré tambien desconfiando de las posibles respuestas que me quieran dar...
eso es triste...
saludos
Radio Bemba
es increible oliverio.....
Radio Bemba: te iba a responder la verdad, pero si no me vas a creer, ni me gasto... Si, es triste! Saludos pa ti!
Lalita: otra que no cree? jeje. Creele! Parecen escritos de hoy y tienen un siglo, un distinto!
Oliverio es sencillamente genial ... yo lo descubrí ahce poquito, menos mal .... porque es de liiindo!
Le mando un beso!
Yo lo había leído hace muuuchoo, y no me gustó o no le di mucha bola, no se!
La segunda oportunidad fue hace no tanto, y si que es genial; creo que se lo va a ver seguido por acá a partir de ahora...
Saludos Daria! Besos para vos.
Me gusta mucho Girondo y elijo este post para dejarte un mensaje, en sincero agradecimiento por tu visita al blog de La mascota.
Una linda sospresa llegar aquí y encontrar tanto material finamente seleccionado, así que me quedare revoloteando un rato.
De nada che! Lo esperamos, vuelva cuando guste...
Nos estaremos cruzando.
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