"Para la mayoría de los secuestrados, desde el momento en que iban a buscarlos, empezaba un largo túnel que desembocaba en la muerte. La máquina de aniquilación se obstinó, con prolijidad, en borrarlos, moralmente primero, con un itinerario orquestado de humillaciones; físicamente más tarde, con el suplicio y con la muerte, y por último materialmente, quemando y hasta triturando los cadáveres, dispersándolos en la tierra, en el agua, en el fuego, en el aire, con el fin de hacerlos desaparecer, confundidos con los elementos, entre los pliegues más secretos de lo anónimo. Durante dos o tres años, los militares se felicitaron de haber instaurado, como los romanos de Tácito, la paz, hasta que poco a poco, la inconcebible muchedumbre de sombras que ellos creían haber pulverizado y sacado para siempre del aire de este mundo, se puso, con obstinación, a volver. El río, el océano, devolvían, periódicos, los cadáveres; la tierra vomitaba los huesos, los fragmentos de huesos, calcinados pero irreductibles.
La opinión pública empezó a inquietarse; aparte de las familias, de los amigos de los desaparecidos, de los exiliados, de las organizaciones humanitarias y de una minoría lúcida que desde el primer momento fue consciente de lo que ocurría, la opinión indecisa, fluctuante, siempre dispuesta a adoptar la explicación más autogratificante de las cosas, se dejó mecer por la melodía con la que más frecuentemente se la incita a bailar: el nacionalismo".
Por Juan José Saer
Fragmento de "El río sin orillas", Seix Barral, 2003
7 comentarios:
Hace unos meses fui con mi hijo a Plaza de Mayo. Era jueves y dimos la vuelta junto a las madres. Le expliqué de una manera que él pudiera entender que era lo que estaban haciendo. Le dije que luchaban para que nadie más le pasara lo que le había pasado a sus hijos. Y aunque él esperaba ver una lucha como la de los power ranger, ese día aprendió que hay luchas que se hacen en silencio. Y yo aprendí que la única manera que nada de esto vuelva a pasar no sólo es teniendo memoria, sino transmitirla.
Zimbón:
¿Es ese tu nombre? Llegué aquí dado que me encontré que sos un seguidor de mi blog... En realidad ¡el único! ¿Cómo llegaste? ¿Por sismo trapisonda o Dulce Pallero que son de la Plata también?
Como sea bienvenido, le heché una rápida ojeada a tu blog, y encuentro interesantes afinidades literarias y posts harto suculentos.
Un saludo!
Petre
Hay muchos que dicen que ya no hay que hablar más del tema pero yo creo que hay que tenerlo todo el tiempo presente, para que todas las generaciones que vengan también lo sepan.
saludos!!
Luli: estoy completamente de acuerdo con vos...
Y me encanta que hagas eso con tu hijo; mas cuando muchos padres todavía prefieren hacer la más fácil y no jugársela ante esos cuestionamientos complejos de los chicos...
Petre: te respondí en tu blog. Gracias,y bienvenido vos también por estos lados...
Nos seguimos leyendo, me alegro que compartas!
Loca, pero: Yo preferiría que sigamos hablando, siempre viene bien refrescar la memoria en un país tan jóven como el nuestro...
El error puede ser caer en los anacrónismos históricos en que caen algunos, y traer al presente luchas y conflictos que son del pasado para no hacerse cargo de problemas políticos actuales...
Bienvenida por aquí! besos...
Entro acá para decirte que a mi me cae mal Lugones también. Será por él mismo y su discurso, será por Polo (Un innovador en el uso de la picana, ¿no?)... Y me encuentro con:
A- Saer, que es mi preferido entre todos.
B- Un fragmento del Río sin orillas que es un libro que ando buscando mucho por estos días ya que es uno de los dos que me faltan de él.
Así que en raconto; sí el a mí también me cae mal (Pero a veces me gusta como escribe... es esa dicotomia) y ¡Qué grande Saer!
Saludos.
A mi me cae mal de una Lugones, por el lugar que ocupó en una época en la que eso era fácil, no era jugársela como intelectual. Lo del hijo, y bue... no se podía esperar mucho mas...
Saer también es de mis preferidos, pero me falta leerlo mucho mas que a vos...
Saludos!
Juan José Saer era muy amigo del gran poeta gualeyo Juan L. Ortiz (Juanele). Escribe un prólogo memorable a "En el aura del sauce".
Dice Saer: "(...)Nosotros, sus amigos de Santa Fe, tuvimos la suerte de verlo a menudo.(...)Otras veces, éramos nosotros los que cruzábamos a Paraná. Tomábamos la lancha temprano, un poco después de mediodía, y a eso de las tres ya estábamos subiendo la barranca en la siesta soleada y, al cruzar la calle ancha y curva que se abría frente a su casa, divisando a Juan a través de la ventana de su despacho desde el que, en una banqueta en la que se sentaba a leer, no necesitaba más que levantar la cabeza para contemplar de tanto en tanto el gran río que corría a los pies de la barranca. Si hacía buen tiempo, nos sentábamos a matear en el jardín o, mejor todavía, atravesábamos la calle y nos instalábamos en algún rincón del parque, bien alto, a la sombra si hacía calor y, fumando y conversando, nos demorábamos hasta el anochecer que iba subiendo por la barranca, el río y las islas.(...)"
Juan L. Ortiz le dedica su poema: "A Juan José Saer (En su casamiento) publicado en el libro Juan L. Ortiz, Obra completa, p.633.
Está también Saer incluido en el poema orticiano: "Sentado entre vosotros...":
Sentado entre vosotros, compañeros sencillos y simples,
pero fervientes de un amor que ahora se nombra con una palabra viril,
miro el otoño palidecer tras de la enredadera.(...)
Bueno, todo esto para recomendarles a todos a quienes les guste la poesía a este grande, Juan Laurentino Ortiz.
Saludos entrerrianos.
Silvina
http://silvinacarraud.blogspot.com/
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